MI NOVIA MORIENTA – Una atadura mortal

MI NOVIA MORIENTA – Una atadura mortal
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7.5

  • Bandas:
    MI NOVIA MORIENDA
  • Duración: 00:54:42
  • Disponible desde: 19/04/2024
  • Etiqueta:
  • Explosión nuclear

Transmisión aún no disponible

Parece increíble que ya hayan pasado nueve años desde el lanzamiento de “Feel The Misery”, así como parece absurdo e imposible que sean cuatro los que nos separan del lanzamiento del último disco de larga duración “The Ghost Of Orion”. Pero en fin, el tiempo vuela, pasa y no vuelve y los albiónicos My Dying Bride vienen a ofrecernos su decimocuarta colección de canciones de larga distancia, esta vez titulada “A Mortal Binding”, todavía en el gigante Nuclear Blast.
Lanzado cerca del desastroso confinamiento de la primavera de 2020, precursor enteramente italiano de la pandemia de Covid-19, el trabajo anterior de La novia moribunda logró dividir por igual las opiniones de los fans sobre su éxito real, entre aquellos que lo consideraban demasiado melódico y postrado ante la voluntad del nuevo sello discográfico, y aquellos que en cambio lo juzgaron como un álbum muy válido de metal doom-gothic clásico. Años después, nos apetece reducir un poco el 7,5 asignado al tiempo: si por un lado los lanzamientos individuales han permanecido memorables a lo largo del tiempo, por otro el conjunto del plato hoy deja que desear, hijo espurio de un único Momento de nuestra carrera, compuesto en solitario por el guitarrista Andrew Craighan durante la enfermedad de la hija del vocalista Aaron Stainthorpe, un período muy oscuro en la historia de la banda. Y poco después, de hecho, llegó el más válido y original -siempre evaluado en retrospectiva- “Macabre Cabaret”, un EP de excelente factura diseñado para presentar la nueva segunda guitarra Neil Blanchett y deshacerse del polvo depresivo de la pandemia.
Resumidos en estas líneas los antecedentes del nuevo disco, llegamos pues a la presentación de “A Mortal Binding”, un disco en el que My Dying Bride encuentra una composición más coral y al que llegan tras años en el ya tradicional ‘ enfoque bajo el radar, disfrutando de presentaciones en vivo y manteniendo un perfil bajo en los medios. Estilísticamente, a pesar de que cada vez esperamos incansablemente algún giro brillante de una banda que nunca ha desdeñado experimentar, sin dejar de permanecer en su género humus (excluyamos del cálculo el ya antiguo “34,788%…Completo”, obviamente), el álbum enmarca sus siete perlas dentro del metal doom-gothic típico del grupo, volviendo a ser, sin embargo, un compendio de canciones más lineal y coherente (¿también predecible?) respecto a “The Ghost Of Orion”, que proponía un sonido decididamente fluctuante lista de canciones. Aquí, sin embargo, encontramos los siete temas mencionados como tales: siete composiciones regulares y estándar, sin interludios, sin instrumentales, sin intros ni outros… En definitiva, una secuencia ordenada de canciones a lo My Dying Bride colocadas sobre un fondo aterciopelado y Sustrato mórbido decadente.
Otra característica que llega inmediatamente a los oídos, desde las primeras escuchas, es precisamente la composición puesta en el plato esta vez, que ha vuelto a ser envolvente, colectiva, con todos los instrumentos mejor integrados entre sí, casi como para preparar un mayor rendimiento e impacto en vivo de los episodios individuales: el bajo de Lena Abè está muy presente y profundamente resonante en los pasillos sonoros del sonido Brideian, el tañido fantasmal de una catedral; la profundidad y el groove añadidos de la guitarra de Blanchett, combinados con las habituales pinceladas con clase y los ásperos latigazos del genio Craighan, que vuelve a aportar una marcialidad mortal al matrimonio con la típica melodía agridulce que surge de sus cuerdas; los patrones rítmicos del sólido Dan Mullins detrás de la batería; y finalmente las partituras de Shaun MacGowan, quien con sus teclados y su violín siempre ha tenido la ardua tarea de no hacernos perder los pasajes icónicos del campeón de la época dorada Martin Powell, tarea que lleva a cabo en “A Mortal Binding ” con el cuidado necesario y la suficiente inspiración, sin llegar nunca a las innombrables alturas de su más famoso predecesor. Y luego tenemos a Aaron, que, a diferencia de la actuación -muy comentada pero buena para nosotros- de “The Ghost Of Orion”, deja de lado esas líneas vocales muy melódicas e hiperincisivas para volver a registros menos dulces, menos pegadizos, dosificando su siendo el Doctor Jekyll y Mister Hyde con sabiduría química y ahondando en su pasado sufriente como un intérprete doloroso y teatralmente lánguido.
La producción sigue de la mano, por tanto, esta ligera vuelta a un sonido más duro, en el que las guitarras recuperan el control de la situación y se vuelven siniestras y marciales, gordas y ‘gruesas’, lanzándose, como se ha escrito anteriormente, a lo magro y minimalista en al menos un par de ocasiones, para volver a poner de moda esa podredumbre del death metal latente pero aún presente en la trastienda estilística de The Dying Bride. Por lo tanto, si lo analizamos en pocas palabras, nos encontramos ante un escenario más complicado. atrásmás extremo y más directo que los dos lanzamientos anteriores de Nuclear Blast.
Echando un vistazo rápido a las cualidades individuales de la lista de canciones, resulta un poco sorprendente ver cómo los dos vídeos individuales propuestos antes del lanzamiento, a saber, “Thornwyck Hymn” y “The 2nd Of Three Bells”, resultan ser, en balance, las dos canciones menos convincentes de todas, elaboradas a la perfección por el grupo pero que ciertamente no destacan por quién sabe qué picos emocionales – como lo hicieron, por ejemplo, los dos extractos de “The Ghost Of Orion”, “Tired De Lágrimas” y “Tu Costa Abrupta”. Y no entendemos por qué no se eligió como posible single un tema como “A Starving Heart”, otra composición profesional bien orquestada, con un atractivo romántico y un estribillo más cautivador que hubiera funcionado mejor. O incluso los “Crushed Embers” finales, nueve minutos de altibajos ejemplares entre todas las facetas progresistas del metal doom-gothic de nuestros campeones británicos, sin descuidar un delicado estribillo lloroso.
Hay otras dos canciones, sin embargo, que nos gustaría señalarles como lo más destacado de “A Mortal Binding”, nuestras favoritas: la primera, “Her Dominion”, todas cantando gruñidos, corta – ‘sólo’ poco más de seis minutos. – potente, con excelentes interacciones bajo-violín, un riff simple y letal y, en última instancia, una agradable “palmada” inicial; y luego el monolito del disco, “The Apocalyptist”, superando el umbral crítico de los once minutos de duración pero no por ello aburrido, al contrario, una demostración más de cómo Bride domina los minutos más dispares con experto savoir-faire, llevando a niveles muy altos su visión fundamental de la música oscura.
Dado que no hay otra calificación posible, al menos a nuestros oídos, para dar al nuevo trabajo de Aaron y sus asociados, colocamos el más tranquilizador de los 7,5 en la portada de arriba: ya no se puede pretender un milagro o una obra maestra. Ante el dominio del género de estos seis artistas, al fin y al cabo, la clase siempre está ahí para impregnar cada nota, imposible no percibirla. Bienvenidos de nuevo por enésima vez.

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