la reseña de Cientos de…

Una vez lo vi balas de justicia y pensé que había llegado a la cima del Monte Demenza (Fútbol). Cerdos mutantes inteligentes y gruñones que dominan el mundo, derrotados por incestuosos hermanos bigotudos búlgaros-kazajos. Estaba convencido de que la deficiencia entrópica de una película escrita con un generador aleatorio programado con Google Translate podría representar el estándar definitivo del género. Qué ingenuo. Más: ¡qué tortellino! Para engañarme pensando que el arquetipo Avesani -la entropía que encarna en alguien o en algo transformándolo en Satán pero con un incómodo sentido del humor en lugar de sacrificios humanos- no fue capaz de evolucionar, crecer, mejorarse cada día más, en el trincheras luchando con el único objetivo de ganar hegemonía en el mundo del entretenimiento global. Avesani ya no es sólo el agente de Pandemonium. Creció, aceptó seguir un curso de terapia con un psicólogo infantil, se graduó en el Itis y luego realizó su sueño de matricularse en DAMS. Chaos estudió cine y ahora hace películas de verdad, de esas que ganan premios y que también gustan a quienes, en el cine, no tienen el fetiche de tener que romperse la polla necesariamente. Estoy emocionado y encantado al mismo tiempo. ¡Tema musical!

Ahora esperaré un momento para que todos vayan y se recuperen. Cientos de castores. Con los otros personajes legendarios que ya lo han visto, podríamos pasar los siguientes 105 minutos hablando por teléfono, como cuando a tu madre se le olvidó colgar el teléfono y estuviste un rato en la línea convencido de que captarías algo comprometedor y / o estimulante como un pedo atronador pero en cambio siguió una media hora de silencio absoluto y hasta un poco siniestro que te hizo reflexionar mucho sobre el fluir inexorable de la vida y el significado de la felicidad. O hacemos como que no pasó nada y mientras tanto miramos juntos este loco análisis hecho por Cada cuadro una pintura (santos inmediatamente) sobre Chuck E. Jones. Ahora que estamos todos atrapados, dime si Cientos de castores y no es (tampoco) una caricatura de Looney Tunes. Lo cual es el mejor cumplido que le he hecho antes a una película de acción real; tal vez lo pensé cuando la vi. Kung Fusiónpero luego esa película hace otras cosas – y sobre todo fue un elogio que no sabía que quería hacer, pero ahora que lo hice me siento mucho mejor.

Arriba hay otras personas que se sienten mucho mejor.

Cientos de castores es el primer largometraje de Mike Cheslik, director, editor y buen tipo que probablemente nunca haya visto una máquina de fax en vivo. Decidió crear una loca instalación cinematográfica de cómic que es un poco como un recorrido por el juego de un videojuego que deberían lanzar anteayer, y un poco como una película de Chuck E. Jones escrita con Mel Brooks tumbado en el sofá con los pies. Nos encontramos con la otomana que de vez en cuando arroja algunas ideas para un chiste, y otra parte del irresistible pastiche de las películas de serie B que te pueden gustar: ciencia ficción (de Méliès a kaiju), terror de castores, aventuras, espionaje, peleas de salón… a partir de un momento determinado toma el mando y carga a los castores en un teleférico supersónico, elevándolos por aire hacia nuevas cimas inalcanzables. Aparte de Monte Dementia (Futbolizable). Aquí me apetece decir que estamos cerca de Annapirla; si no allí arriba, en el Everesso, la montaña resquebrajada. Lo siento, es la gripe. Cientos de castores. Sólo ellos –los roedores, el director sádico, el protagonista masoquista (y coguionista), el director de fotografía, los extras y especialistas atrapados en trajes ridículos y sometidos a la payasada equivalente a un set indonesio de Gareth Evans– son buenos, pero realmente buenos. .

Buen trabajo a todos

En algún lugar del año 1800 y en medio de los espacios ilimitados en los que se esconden en Estados Unidos las sectas incestuosas, Unabomber o asesinos en serie, Jean Kayak disfruta de un gran éxito con su pequeña fábrica Applejack -un brandy obtenido de la destilación de sidra de manzana, queroseno que que arrancas de los árboles, y con la venta al por menor de estupendas bebidas espirituosas destinadas a la alegría después del trabajo de los duros cazadores de pieles que deambulan por los bosques de la zona y luego acuden a él para celebrar el final de la jornada laboral con bebiendo y cantando. El hecho de que Jean Kayak también sea alcohólico ayuda a pintar el idilio de esta estúpida vida perfecta. Hasta que un buen día, el posadero y sus amigos peleteros se dan un festín excesivo, se emborrachan como si no tuvieran que ir a cazar mapaches en la nieve a la mañana siguiente, y vuelan la pequeña fábrica junto con las hileras de manzanos de los que extrajeron el mágico brebaje alcohólico. Jean queda arruinado y se ve obligado a empezar de cero, desde la mera supervivencia en el nevado y salvaje norte de los Estados Unidos de América.

Habiendo agotado la premisa de la premisa – que también sirve para acostumbrarnos a la particular estética de la película (blanco y negro fuertemente saturado, interpolación de animaciones y gráficos, diálogos nulos) – Jean Kayak se encuentra desnudo y cagado en medio de sin piedad en ninguna parte, ocupándose de completar el tutorial sin sucumbir a las dificultades. Con gran tesón y tras varios intentos tragicómicos fallidos, Jean consigue matar a un mapache -que como todos los animales de la película es un pobre extra disfrazado de mascota-, encuentra al comerciante del juego y descubre que él, además de intercambiar pieles como herramientas que facilitan la caza, también posee una hija joven y soltera, tan hermosa como caprichosa y letal con el cuchillo desollador en la mano. Para Kayak es amor a primera vista, hasta el punto de que decidirá convertirse en el mayor cazador de pieles del continente para conseguir la mano de su novia, celosamente custodiada por su padre, un tipo generalmente gruñón y muy pobre masticador. consumidor de tabaco.

Entonces es sólo de aquí en adelante Cientos de castores Pierde emoción de repente y sin motivo, de forma aleatoria, convirtiéndose de repente en una película estúpida. Siempre ha sido una película tonta desde el primer fotograma, disparándose fuera del cañón con la magnífica coherencia que la convierte en la pequeña película especial que es. Dicho así, parece que lo trata como a un niño que necesita un maestro de apoyo, pero el debut del joven Cheslik es exactamente así: pequeño, porque prácticamente se compone sólo de ideas: en Internet dicen que el presupuesto fue de 150 mil dólares. pero imagino que la mitad se destinó a gastos médicos por la hipotermia del protagonista, y especial, porque en realidad son cosas que no volverás a ver mañana o pasado y que no estoy tan seguro de que hayas visto ayer. Me dejó el mismo frizz en el perineo que me puso hace una docena de años Corte final, una película húngara que cuenta una historia de amor arquetípica editando clips de otras 450 películas existentes. El amor por el lenguaje cinematográfico es el mismo, es muy puro y no es ese tipo snob que te rechaza si no tienes el carné de socio del Club Literario Bazin – te ruego que ames con locura la escena de las huellas dejadas por el familia de conejos.

Pero más, en comparación con Corte final, Cientos de castores tiene las agallas para inventar algo aún más creativo e imaginativo. Se adopta la tendencia típica del chiste de payasadas: una premisa que se construye lógicamente a los ojos del espectador y que luego se ignora, lo que siempre tiene como resultado consecuencias surrealistas e inesperadas. La alfombra que nos arrancan de debajo de los pies -y la reitera- la acumula casi hasta el paroxismo y modifica algunos elementos en un crescendo de absurdo, ritmo de montaje y resultados dolorosos para el protagonista. Cuando Kayak tarda treinta segundos en recoger una moneda de una superficie plana, sufrí un ligero síncope. Cuando el indio americano (no puedes evitar llamarlo así, representa la parodia del estereotipo de los indios americanos) se sube al caballo hecho de figurantes, me puse a sollozar incontrolablemente. Cuando apareció el mecha castor, mi vejiga cedió y de hecho me oriné encima.

Cuotas de Excepción Digna del Año:

“Fabrizio, no me molestes y disfruta de la película, es maravillosa”
Toshiro Gifuni, i400calci.com

>> IMDb | Remolque

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