En Azzurri hemos hecho un punto de inflexión: ahora no nos limitemos más. El fútbol, un poco como la vida, se compone de momentos y episodios. Y en los últimos treinta segundos del partido contra Croacia tuvo lugar nuestra Eurocopa. Puede que sea un romántico o un soñador, pero me fui a dormir el lunes por la noche con este sentimiento. Y cuantas más horas pasan, más convencido estoy de que no me equivoco. El de Mattia Zaccagni fue más que un gol. La cabalgada de Riccardo Calafiori y la magia del jugador de la Lazio tienen un significado que va más allá del empate y la clasificación. En esa acción los azzurri se deshicieron de miedos y esqueletos y, a costa de perder un poco el equilibrio, redescubrieron esa alegría y ganas de jugar imprescindibles para obtener el resultado. La adrenalina de la otra noche puede borrar el cansancio físico y mental de los jugadores. Y tendrá efectos mágicos contra Suiza. E incluso más allá. A veces los episodios hablan más que las palabras. También soy optimista porque conozco la habilidad de Luciano Spalletti y la inmensidad de Buffon. Gigi es una historia andante. Donnarumma y los Azzurri no necesitan navegar por Internet ni hacer clic en “Wikipedia” para saber algo: recurren a Gigi, la número uno en todo.
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