Se habla mucho de la semana corta: una discusión que merece ser abordada, por varias razones, pero despejando el campo de algunos malentendidos que corren el riesgo de superficializar el debate. El primer malentendido se trata del concepto mismo de semana corta: hay modelos muy diferentes que no se pueden comparar. Un primer modelo, probado por ejemplo por Intesa Sanpaolo, es el que prevé el acortamiento de la semana redistribuyendo el quinto día laboral entre los otros cuatro (con una hora, o algo más, añadida a estos días laborales). Otro modelo, muy diferente, prevé en cambio la cancelación total del quinto día hábil, sin reducir las instituciones vinculadas (salario, permisos, vacaciones, etc.); es el camino elegido por el Grupo Magister (que incluye a varias empresas como ALI y Repas Lunch) de forma experimental para todo 2023. También puede haber modelos intermedios que combinen una parte de reducción de jornada y una parte de redistribución de los mismos.
El segundo malentendido se trata del instrumento con el que se puede implementar la semana corta (en uno u otro modelo): las intervenciones legislativas no son necesarias, y ni siquiera serían apropiadas. Con las normas vigentes hoy, ya se puede iniciar un ensayo de semana corta: puede ser necesario pactar con el sindicato, si es necesario modificar las instituciones previstas por el convenio colectivo nacional o si se quiere dar mayor fuerza al proyecto, pero no se necesitan nuevas leyes. A lo sumo, el legislador puede ayudar a estas vías de reconocimiento de incentivos, siguiendo el modelo de remuneración por productividad.
El tercer malentendido se trata de la combinación entre una semana corta y el trabajo inteligente: son instituciones y conceptos diferentes, pueden coexistir y combinarse entre sí, pero siguen siendo diferentes. En la semana corta desaparece una jornada laboral, en el smart working no se reduce la semana laboral sino que se cambia el lugar y la forma de realizar el servicio en algunos periodos. Puede haber una semana corta sin trabajo inteligente o, por el contrario, trabajo inteligente sin reducción de jornada.
El cuatro El malentendido más importante se refiere a la extensión que puede tener el modelo de semana corta: es impensable razonar sobre un modelo igual y válido para todas las empresas, sectores y formas de trabajo. Hay tipos de actividades para las que la reducción de la jornada laboral es absolutamente impensable, otras que pueden beneficiarse de ella, otras que podrían dar buenos resultados bajo ciertas condiciones: cada empresa puede recibir un beneficio e impacto diferente de la aplicación y experimentación de la reducción de la jornada laboral.
Dadas estas premisas largas pero esenciales, la verdadera pregunta a hacerse es: ¿para qué sirve la semana corta? A la luz de lo dicho anteriormente, la respuesta no puede ser la misma para todos los contextos y empresas. Una primera respuesta puede estar ligada a la imagen y atractivo de la empresa que ofrece la semana corta: como demuestra el caso Magister, el anuncio de un proyecto de este tipo aumenta exponencialmente la visibilidad de la empresa y su capacidad de atraer a los mejores talentos a el mercado laboral, una ventaja considerable si se piensa en lo difícil que es hoy en día encontrar personal cualificado. Este atractivo hoy en día está íntimamente ligado a la capacidad de las empresas para ofrecer el equilibrio adecuado entre la vida y el trabajo: diversos análisis empíricos muestran que las nuevas generaciones prestan especial atención a este aspecto (no todo el mundo sueña, como sus padres, con pasar 18 horas al día en la compañia).
Otra respuesta puede referirse a la productividad empresarial: si la semana corta va acompañada de una fuerte revisión de los parámetros de medición del desempeño, dando cada vez más valor a los objetivos y restando importancia al tiempo que se tarda en alcanzarlos, puede haber un aumento concreto de la productividad laboral. Es fundamental, sin embargo, que todas las hipótesis se pongan a prueba con periodos de experimentación sobre el terreno: sólo trasladando los proyectos escritos en papel a un contexto empresarial concreto se puede entender si la semana corta mejora la calidad del trabajo o resuelve un tropiezo. bloque que no ofrece una mejora real para la empresa y los empleados.
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