Hay leyendas tan arraigadas en nuestra cultura que es fácil que los maestros se las cuenten a los niños pequeños -aunque sea para que pasen una hora en paz- y por eso vuelven a la memoria aún después de tantos años. La leyenda que explica por qué febrero tiene 28 días -una duda que tienen los niños, al menos cuando empiezan a entender que el único mes es tan “corto”- es sencilla, pero curiosa.
El mes de enero -cuenta la leyenda- había pasado maravillosamente, el sol se destacaba cada mañana en un cielo hermoso y muy despejado y ya habían llegado los bajíos. El último día del mes, un pastor de Orgosolo –convencido de haber evitado el peligro y feliz de que enero, debido a los bajos, no hubiera matado a ninguno de sus animales salvo un cordero cojo– se puso a cantar.
“Andau ch’est Jennarju, sin perun’irvarju, corta un anzone thoppu. Hussu cravadilu in s’ocru!”
[È andato via gennaio senza alcun danno, solo un agnello zoppo (si è preso). Quello ficcatelo in un occhio!]
Sin embargo, enero, ya enojado y ofendido por el pastor que se burlaba de él, fue a febrero -que entonces tenía treinta y un días- y le pidió prestados tres días. Realmente los necesitaba, dijo, para demostrarle a ese pastor arrogante de lo que era capaz.
Enero, habiendo tenido sus días, para vengarse, organizó sólo tormenta, lluvia y nieve. El pastor pereció con todo su rebaño.
Los pastores de Barbagia temen los últimos días de enero, saben que es posible una tormenta.
Fuente: “Leyendas y cuentos populares de Cerdeña, Dolores Turchi, Cagliari, Della Torre, 1984”
© REPRODUCCIÓN RESERVADA