Hierba alta, Viterbo marca el camino

Como sabemos, el césped del vecino siempre es más verde, incluso el césped alto y lleno de maleza que crece a lo largo de las carreteras, en los jardines públicos y en los parterres. Los municipios italianos lo saben y desde hace algunos años deciden seguir la tendencia, o el ejemplo, de las ciudades europeas que deliberadamente renuncian a cortar el césped.

Ciudades que han dejado de cortar el césped

A la cabeza está Milán, no en vano la ciudad del exnovio de Via Gluck que tiene ahora 86 años (quién sabe si su casa vuelve a estar a la intemperie). Pero Turín, Bérgamo, Parma o la pequeña Ciampino también se suben a una ola que en el resto del continente incluye ciudades avanzadas como Viena, Ginebra, Barcelona, ​​Frankfurt y Dublín. El motivo para renunciar a la desbrozadora es noble: ayudar a la naturaleza, especialmente a las abejas y los insectos polinizadores, pero también a las aves y los pequeños mamíferos, contribuyendo a la diversidad biológica de los ecosistemas urbanos.

Hierba alta, Viterbo marca el camino

Y así también Viterbo, a pesar de sí misma y de los ciudadanos indignados, se encuentra involuntariamente entre las ciudades de vanguardia. Seamos claros: en el Palacio dei Priori a nadie se le ocurrió jamás hacer de la necesidad -la necesidad de ahorrar- una virtud, explicando a los viterboneses que las franjas de sabana que ven a su alrededor son sólo una forma de haciendo la vida más fácil a las abejas.

Controversia

Hay que decir que ni siquiera los milaneses se han tragado la historia del hábitat más rico para los insectos: de hecho, las redes sociales están llenas de burlas. La Liga también entró en la polémica, acusando al alcalde Sala de querer disfrazar el descuido y la baratura de ambientalismo. “La hierba alta protege la superficie del suelo de los efectos de la radiación solar y de las altas temperaturas, protege el suelo de la erosión superficial y permite conservar más materia orgánica”, defiende el Palazzo Marino.

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Ahora esperamos una declaración similar del Palacio dei Priori, que se ocupa desde hace años de los efectos secundarios anormales de la fotosíntesis. Pero la alcaldesa Frontini no debe engañarse. Como siempre, la comunidad científica se divide entre apocalíptica e integrada. Entre los primeros se encuentra el microbiólogo de San Raffaele, Roberto Burioni, que teme: “Algunos municipios están pensando en cortar menos el césped para fomentar los insectos y la biodiversidad. Si los mosquitos estuvieran entre los insectos cuya presencia se fomentaría, sería una locura autolesiva ante el peligro del dengue”.

Massimiliano Conti

ARTÍCULO COMPLETO EN EL CORREO DE VITERBO DEL 24 DE JUNIO – KIOSCO DIGITAL

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