Casa Lucía, historias de claroscuros en el Día del Refugiado

Hoy es un día de celebración para los operadores y jóvenes huéspedes de Casa Lucia, el centro de Cuccurano gestionado por Coop Utopia que acoge a solicitantes de asilo político, menores extranjeros no acompañados, menores de cualquier nacionalidad que se encuentran en nuestro territorio sin familia y menores que deben ser alojados en estructura por parte de los tribunales. Hoy celebramos el Día Internacional del Refugiado, que conmemora la aprobación en 1951 de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados por parte de la ONU.

Durante el último año, 37 jóvenes han pasado por la estructura coordinada por Lara Ricciatti de Fano, 12 de los cuales siguen residentes. “La mayoría son niños que han pasado por experiencias terribles para su edad – explica Ricciatti -, pero niños todavía, que piden atención y cariño, que es lo que intentamos darles, así como reglas de vida que les permitan vivir encajan mejor en nuestra sociedad.” Marwan tardó un año en llegar de Egipto a Italia. “El viaje en barco duró cuatro días de miedo, en los que pensé que iba a morir. Sólo veía agua a mi alrededor, hasta que llegó la persona que nos arrastró hasta tierra”. Cuando tenía 15 años ni siquiera sabía nadar. “Mis padres no querían que me fuera – dice Marwan -, pero no había dinero en casa y quería vivir una vida diferente”.

Al entrar en este lugar de esperanza y renacimiento, inmediatamente llama la atención la variedad de nacionalidades presentes. Tres albaneses, un paquistaní y luego todo el continente africano, desde Egipto hasta Túnez pasando por Marruecos, Senegal, Gambia, Mali y Nigeria. “Para llegar desde su país a Italia, tardan a menudo muchos meses – explica Ricciatti -, incluso parando para realizar trabajos improvisados ​​para reunir dinero para cubrir los gastos del viaje o se ven reducidos a la esclavitud porque los traficantes les exigen, incluso durante el viaje, dinero nuevamente, so pena de quedar solos en medio del desierto. Lo que los mueve a todos es la esperanza de un futuro mejor”.

Todas las actividades realizadas en Casa Lucía tienen como objetivo “reparar” una herida, sobre todo social, del territorio. En este contexto, la creación de vínculos externos (deportes, actividades de estudio, prácticas laborales) cobra vital importancia. También porque pronto llegará un nuevo desafío para estos niños. “Una vez cumplidos los 18 años – concluye Ricciatti – los niños están obligados por ley a abandonar esta estructura y si nos queda la difícil tarea de encontrarles otras estructuras, les queda estar preparados para ese momento”.

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