Junto con sus colegas Luigi Luca Cavalli-Sforza y Paolo Menozzi, el genetista turinés Alberto Piazza tuvo el mérito de derribar el mito de las razas humanas hace treinta años. «La humanidad no se puede dividir en razas», explicó Piazza en una entrevista hace unos años. Todos pertenecemos a una sola especie, nos recordó el genetista.
Director del departamento de genética, biología y bioquímica de la Universidad de Turín, ex presidente de la Academia de Ciencias, Piazza, fallecido ayer a la edad de 82 años, fue un punto de referencia en el estudio de la genética y la inmunogenética humanas.
«Nací en Turín en 1941 y pertenezco a una familia judía. Los primeros años de mi vida fueron difíciles porque tuvimos que huir primero a Gressoney y de allí en 1943 a Suiza donde, con mis abuelos y mi madre (mi padre había seguido otro camino) permanecimos durante algún tiempo en un campo de internamiento que , afortunadamente, no tuvo nada que ver con los campos de concentración. Más tarde fui adoptado temporalmente por una familia en Basilea”, dijo el genetista.
Después de seguir su pasión científica, conoció a Cavalli-Sforza en una conferencia internacional en Francia en 1972. «Más tarde Cavalli-Sforza me invitó a ir a Stanford, donde era profesor emérito e investigaba sobre genética de poblaciones». De ahí el inicio del estudio que condujo a la demostración de la inexistencia de razas. Un trabajo que duró 15 años y culminó en 1993 con la publicación, junto a Cavalli-Sforza y Menozzi, del volumen «La Historia y Geografía de los Genes Humanos».
En una entrevista reciente con el Corriere della Sera, Piazza se centró en la idea del pueblo italiano. «El ADN italiano no existe», subrayó. «Somos italianos porque nos reconocemos en una cultura, en una historia, en una geografía, ciertamente no porque seamos genéticamente diferentes de la gente de otros países».
