L’AQUILA – «Jesús anuncia una Palabra que obra. El Señor nos da el don de participar de la vida de Dios”: estas son las expresiones que nuestro Arzobispo coadjutor, Mons. Antonio D’Angelo, lo utilizó al presidir la vigilia diocesana de Pentecostés, el sábado por la tarde en la basílica de San Giuseppe Artigiano. En él participaron muchas niñas y niños, familias, religiosos y religiosas y sacerdotes. La velada se desarrolló en tres momentos: la escucha de la Palabra, María, el fuego y las señales fuera de la iglesia.
Meditando la Revelación -como comunidad- descubrimos la perenne efusión del Espíritu divino sobre la creación y la historia: la gracia sobreabundante, la redención universal, el don y la necesidad del discernimiento comunitario, el testimonio de la Madre de Dios (primera discípula del Maestro Jesús), nuestras esperanzas de vida y de amor. Los diversos signos, acogidos juntos, nos ayudaron a comprender tanto la vida de nuestras pequeñas comunidades como los deseos profundos que viven en nuestros corazones.
El Arzobispo pidió – al inicio de la Vigilia – a Dios Padre: «Renueva las maravillas de Pentecostés: que los pueblos dispersos se reúnan y las diferentes lenguas se unan para proclamar la gloria de tu nombre; y al final de la oración comunitaria: «Escucha, oh Dios, a tu Iglesia unida en oración unánime en esta santa vigilia para completar la perenne Pascua: que tu Espíritu descienda siempre sobre ella, para que ilumine la mente de los fieles y todos los nacidos de nuevo en el Bautismo, haya testigos y profetas en el mundo.”
La liturgia nos invita – ahora – a retomar el Tiempo Ordinario; la fe está llamada a encarnarse en la vida cotidiana, en pequeños gestos, en opciones concretas. Podemos llevar con nosotros este Tiempo Pascual que acaba de finalizar, con su carga de vida y esperanza, de bondad y alegría, de paz y comunión con la Trinidad y entre nosotros.
