LA LECCIÓN DE ALDO MORO Y LA POLÍTICA DEL CONFLICTO

por Pierluigi Castellani

“Pero imagínense, queridos amigos, lo que sucedería en Italia, en este momento histórico, si la lógica de la oposición fuera llevada hasta el final, por quienquiera que la dirija, por nosotros o por otros, si este país con su continua pasión y con estructuras frágiles, ¿fue puesta a prueba por una oposición llevada hasta el final?” Aldo Moro pronunció estas palabras ante los parlamentarios de la DC reunidos antes de su secuestro por las Brigadas Rojas. El presidente de la DC tuvo que convencer a los parlamentarios rebeldes para que dieran vida al gobierno de unidad nacional de Andreotti con el PCI. Naturalmente, aquel dramático contexto histórico en el que se encontraba Italia en 1978 bajo la amenaza del terrorismo era otra cosa. Sin embargo, son palabras que también deben ser ponderadas por las fuerzas políticas actuales, porque el país se encuentra en otras emergencias, que en todo caso deben abordarse con un espíritu distinto al del conflicto permanente en el que estamos inmersos. La unidad europea hoy está en peligro por los resurgimientos nacionalistas y soberanistas, la gran deuda pública paraliza también al gobierno actual, la propagación de escenarios de guerra sangrienta con la nueva estructura que está asumiendo la geopolítica con el surgimiento de China, el poder económico y militar, que intenta reemplazar a Estados Unidos en el liderazgo mundial. Ante esta situación, reflexionando sobre las palabras de Moro, que invitan a no llevar la polarización política hasta las consecuencias extremas de un conflicto permanente en un país como Italia “con continuas pasiones y estructuras frágiles”, creo que es también un deber de las fuerzas actuales políticas que, entre otras cosas, ya no tienen el control sobre el territorio y la sociedad civil como en el pasado. El continuo aumento de quienes se abstienen de acudir a las urnas y de quienes ya no se afilian a partidos revela una fragilidad de nuestra democracia basada en una estructura institucional que no puede ser cuestionada sin un amplio consenso como el que lanzó la Constitución en 1947. Por esta razón El conflicto político en el que estamos inmersos, en una encuesta continua obligada a evaluar la inconstancia del electorado atraído de vez en cuando por tal o cual líder del momento sin una evaluación en profundidad de la oferta del mercado político, no puede más que profundizarse aún más. la brecha entre los ciudadanos y la política con la consecuencia de erosionar los cimientos de la democracia de consenso cuyos pilares están firmemente escritos en nuestra Constitución. Cambiar la Constitución por mayoría de votos, exaltando la personalización de la política como ocurre entre aficionados de facciones deportivas o entre rivales en un Cantagiro o en el Festival de San Remo, significa degradar la política, que debería ser más bien un servicio civil para la realización del bien común. Retornar a una política de largo alcance, que sólo los verdaderos estadistas pueden ofrecer, puede sacar al país de las emergencias en las que se encuentra y tal vez fortalecer los frágiles cimientos de nuestra democracia.

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