La exposición Willem De Kooning e Italia pretende poner de relieve los cambios producidos en la producción artística del autor tras sus dos viajes a Italia en 1959 y 1969: de una pintura estructurada y dinámica, dominada por los colores tímbricos, de las pinturas que preceden a su primera estancia, la “Pinturas de la avenida” De Willem De Kooning (Rotterdam, 1904 – East Hampton, 1997) del ’59, pasaremos a lienzos y papeles impregnados de mayor atmosférica, luminosidad y apertura espacial, manteniendo los equilibrios cromáticos y las sugerencias figurativas que caracterizarán toda su trayectoria. Prosiguiendo con obras más marcadamente representativas, como los tres grandes desnudos de los años 60, influidos por el traslado a Hampton, en el East End de Long Island, y por tanto aún más imbuidos de esos reflejos y ese aspecto descolorido que provenía del contacto directo con El paisaje acuático. Mientras que las grandes pinturas de los años 70 atestiguan el camino por la escultura, también conocida en el entorno romano, en los extremos de la monumentalidad, la frontalidad, la fragmentación y la torsión.
La exposición de De Kooning en Venecia
En esta evolución, las cartas “Romas en blanco y negro”, de 1959-60, representan un importante punto de paso, el principio de una modalidad expresiva renovada. Una parte importante está dedicada, en dos salas, a los dibujos de los años 60 y 70, incluidos los que De Kooning expuso en el Festival de Spoleto en el 69, realizados con tinta, carboncillo y lápiz y que recuerdan la deconstrucción y descomposición de pisos, y la torsión de los volúmenes lograda en el plástico.
Este último exploró a partir del 69, desdeencuentro en Roma con mi amigo escultor Herzl Emanuel, que tenía una fundición en Trastevere: las pequeñas creaciones de terracota que emergen, con formas vagamente antropomorfas, servirán de modelo para la fundición de 13 bronces y para la reproducción a gran escala de algunos de ellos. Las superficies reflectantes, convexidades y concavidades del material, el cuidado de la forma retorcida, incitan al espectador a explorarlas girando alrededor de ellas, y se configuran como un fruto más de las nuevas inspiraciones.
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De Kooning: dibujos y esculturas
Todo este trabajo en torno a la simplificación de los elementos compositivos tiene como protagonistas ciertos tonos dominantes, que son: tierra, ocre, amarillo, rojo, las distintas tonalidades de celeste y azul, que recuerdan algunos de sus motivos recurrentes: el estudio cuidadoso de la efectos de la luz, como si uno estuviera siempre inmerso en un escenario idealizado, suspendido entre la tierra y el cielo.
Las pinturas posteriores, las de los años 80, que marcan una década particularmente fructífera, son una sorpresa. linealidad, brillo y ligereza: como si después de mucha disección y análisis, el artista finalmente hubiera logrado ese ligero flotamiento de las masas y desmaterialización de los contornos que siempre había perseguido.
María Palladino
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