un hijo de Bérgamo que creció con el Atalanta

Bérgamo. Hay una ciudad que sueña, encantada, ante la nueva empresa de unAtalanta que ya no se pone límites en el último tramo de una temporada que ya es leyenda para el club nerazzurri.

Durante las próximas dos semanas, La Dea competirá por el acceso a la próxima Liga de Campeones – a través del campeonato – pero sobre todo la posibilidad de hacerse con dos trofeos: el Copa de Italia y elLiga Europea.

Metas que hasta hace poco parecían quimeras inalcanzables y que, en cambio, a través del trabajo diario construido, meticuloso y diario, dentro de los muros de Zingonia, han llevado a la Diosa a una dimensión diferente, catapultándola en el espacio de unos años hacia territorios inexplorados: de desde la pequeña trama de la salvación a los puestos en Europa, hasta la posibilidad concreta de salir al campo a competir por trofeos y gloria. Un resultado excepcional.

Zingonia, de hecho, es la fábrica de sueños de los nerazzurri, donde trabajamos para que tardes como la del Marsella y las futuras contra la Juventus y el Bayer Leverkusen se conviertan en una dulce costumbre. Si se piensa en Zingonia, no se puede dejar de pensar en aquellos que dieron sus primeros pasos en aquellas canchas con el balón en los pies y desde un niño con grandes esperanzas creció y luego maduró, antes de hacerse un lugar en el sol en la Atalanta más bella de Siempre.

Cualquier referencia a Matteo Ruggeri es puramente intencional. El bergamasco, único presente en el terreno de juego ante el OM y con una vida futbolística con fuertes tintes nerazzurri, marcó el gol del 2-0, el que cerró efectivamente el partido, allanando el camino hacia la final. Un gol espectacular, con el pie menos noble, capaz de trazar una trayectoria imparable hasta la escuadra. En otras palabras, una obra maestra.

“Ruggeri marcó un gol extraordinario, ya lo había hecho en Lisboa, no puedo decir que lo haya intentado con el pie derecho en el entrenamiento… Golpear la escuadra en esas condiciones fue extraordinario. Tuvo el coraje de patear. Siempre le digo que chute cuando esté dentro del área, que intente con el pie malo. Estoy muy feliz por él, es un chico extraordinario que creció en Atalanta. Un premio para él y para todo el equipo”, declaró Gian Piero Gasperini en la rueda de prensa.

De hecho, en ese pie derecho teledirigido es como si se hubieran contenido todos los sueños y esperanzas de una ciudad entera que, gracias a este equipo, está viviendo una auténtica ensoñación. Y no podría ser de otra manera, porque Atalanta y su gente son como si fueran uno solo.

Y Ruggeri, en este sentido, es la personificación exacta de esta combinación indisoluble. Bérgamo es sacrificio, es deseo de creer en ello siempre y en cualquier caso. Bérgamo es una voluntad de poner el listón cada vez más alto pero manteniendo siempre los pies en la tierra. Exactamente los valores que distinguen al Atalanta de Gian Piero Gasperini. Matteo Ruggeri es simplemente hijo de todo esto y con razón, en la noche más importante de la historia del Atalanta, no podía faltar su firma.

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