Basílicata tiene gran recuerdo de la historia de la DC

EDITORIAL – Publico la carta que me envió Marco Follini, a quien agradezco sinceramente, en relación con el debate abierto por el artículo de Pigi Battista publicado el pasado sábado en el Foglio “Los olvidadizos de la DC” y el simpático de Ortenzio Zecchino, presidente del comité para la celebración de los 80 de la DC La DC, esta desconocida en el poder desde hace 50 años, nunca ha gozado de buena prensa ni siquiera de gran consideración por parte de los historiadores de izquierda e incluso católicos, no ha sido una gran cosa. Fenómeno estudiado tanto en Italia como en Basílicata. En cambio, fue una gran fiesta, una gran experiencia social y política que reunió a varias generaciones de personas en todos los rincones remotos de la región.

Era un partido de inspiración cristiana, por tanto una excepción, casi una anomalía italiana, pero capaz de autonomía respecto de la Iglesia y sus autoridades. Durante mucho tiempo hemos sido identificados con el Estado, con una clase gobernante competente y responsable. entre clases, clases, territorios, suburbios, plural capaz de síntesis entre sus corrientes internas. Un partido central, tranquilizador, moderado, prudente, capaz de conducir a esa parte de la sociedad italiana conservadora por el camino de una apertura progresista al cambio y a la realización del plan. de un Estado democrático que elimine los obstáculos a la ciudadanía plena para todos. Las píldoras de historia que escribo, como afirma Follini, especialmente de “trasfondo” no son más que un viaje hacia los acontecimientos de la historia contemporánea de nuestra región. Confiar en la memoria produce sensaciones, emociones pero, sobre todo, como nos recordó recientemente el presidente Mattarella: “¡Sin memoria no hay futuro!”. ¡La DC por lo que fue y hizo en Basílicata merece ser recordada! Peppino Molinari. Querido Peppino, leemos juntos, al mismo tiempo, el artículo que Pigi Battista dedicó a las memorias democristianas en el Foglio del pasado sábado. Battista tiene razón en muchas cosas.

Nunca hemos podido decírnoslo, ni cuando estábamos “en el poder” ni después. Es verdad. Pero tal vez esta objeción no sea válida para todos, e incluso en el panorama de nuestras desatenciones se pueden señalar algunas felices y dignas excepciones. Vuestro trabajo en Basílicata forma parte plenamente de estas excepciones. Lo sigo desde la distancia, con cariño y participación. Y a veces incluso en presencia. Quiero darte crédito. Hay un punto que considero particularmente significativo.

Y es que no se habla tanto de los protagonismos, de los grandes líderes, de los momentos más épicos. Prefieres cavar en la parte trasera. Y sacas a la luz, hasta hacerlas brillantes, las figuras y negocios que siempre han recibido menos atención. Pero ésta, precisamente, es la esencia de la memoria demócrata cristiana. No la biografía de los grandes líderes de la época, a quienes incluso los adversarios de toda la vida se ven obligados a reconocer, aunque sea tardíamente. Pero la tercera, cuarta y última fila. El esfuerzo minucioso de parlamentarios casi desconocidos (al menos fuera de sus territorios), de alcaldes, administradores locales, militantes que trabajaron duro permaneciendo en la sombra.

Ésa fue la gran fortaleza de la Democracia Cristiana. Lo exploras con paciencia y amor. Y muchos de nosotros te estamos agradecidos. Porque un partido popular no se puede explicar tanto a través de sus dirigentes. Se explica más bien centrando la atención en el gran trasfondo que durante medio siglo ha marcado su suerte y subrayado sus méritos. La Democracia Cristiana fue ante todo su inmensa periferia. Ejemplo de un partido que supo aprovechar sus recursos más pequeños, a veces más anónimos. A quien tu trabajo honra día a día.

Marco Follini

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