Elecciones europeas. Mensaje de los obispos de Sicilia

Elecciones europeas. Mensaje de los obispos de Sicilia
Elecciones europeas. Mensaje de los obispos de Sicilia

El texto completo del Mensaje de los obispos de Sicilia para las elecciones europeas.

Queridas hermanas y queridos hermanos,

Desde hace más de setenta años hablamos de una Europa unida. Desde aquel 25 de marzo de 1957, cuando se firmó en Roma el tratado que lo estableció, se ha avanzado mucho. Siempre ha estado abierto el camino que ha conducido a muchas naciones de nuestro continente hacia la unidad no sólo económica, sino también política, social y cultural.

San Juan Pablo II en 1997 afirmó: «La historia de Europa es un gran río, en el que desembocan numerosos afluentes, y la variedad de tradiciones y culturas que lo forman es su riqueza» (Homilía, Gniezno, 3 de junio de 1997). No podemos, sin embargo, dejar de admitir que, en ocasiones, esta riqueza ha tenido que lidiar con procesos dinámicos y repentinos de transformaciones sociales y culturales. Procesos que, en ocasiones, se han distanciado de esa constelación de valores profundamente ligados a las raíces cristianas de Europa. No faltaron las discusiones: no faltó el diálogo, encaminado a salvaguardar y hacer crecer el bien común, la justicia social y la protección de todos los derechos encaminados a afirmar la centralidad de la persona y su infinita dignidad.

Una vez caídas las ideologías y las “grandes historias” del siglo pasado, ha surgido una uniformidad, una “convergencia silenciosa” -como la llamó el cardenal Carlo Maria Martini- entre los llamados conservadores y los llamados progresistas en nombre de las razones del individuo que representan una decadencia respecto de nuestra tradición cultural y civil. Por un lado, se considera al individuo como un sujeto libre, sin limitaciones en el ejercicio del poder económico; por otra parte, se quiere que el mismo individuo sea libre e incuestionable en su comportamiento ético individual. La matriz de las dos posiciones es única: la cultura del individualismo donde el individuo no corresponde a la persona, sino que está abierta a la acogida de lo diferente y a la gratuidad (ver CM Martini, Discurso para la fiesta de Sant’Ambrogio, Milán 5 de diciembre 1997).

Hay muchas violaciones de la dignidad “infinita” -como la define un reciente documento de la Iglesia-, la dignidad de la persona humana. Es violado por el aborto y el suicidio asistido, por el drama de la pobreza, por las penurias que sufren los inmigrantes, por la guerra, por la trata de personas, por la violencia sobre los más vulnerables, por el abuso de menores. Queremos, con nuestro voto libre e informado, elegir a nuestros representantes que tengan en cuenta estos valores, los únicos que pueden construir una Europa, una casa común para todas las personas y abierta al diálogo con todos los pueblos. Para una elección consciente sería apropiado compartir espacios de encuentro y diálogo destinados a construir el bien común, sobre todo infundiendo confianza y esperanza en el camino hacia una Europa renovada.

Esperamos que el Parlamento Europeo pueda ser esa institución con el potencial necesario para abordar y resolver las numerosas cuestiones generadas por las numerosas transformaciones de época en las que estamos inmersos. Además, estamos firmemente convencidos de que nuestra querida Sicilia está todavía llamada a ser, dentro de una Europa unida, plataforma de paz e integración para tantos pueblos que desde el Mediterráneo buscan la salvación y el trabajo en Europa. Los pueblos deben ser bienvenidos para ser protagonistas de un diálogo global que elimine cualquier proceso de marginación o incluso hostilidad abierta.

Por ello, instamos encarecidamente a todos los ciudadanos de nuestra isla, especialmente a los jóvenes, a ejercer su derecho al voto en las próximas elecciones europeas. No dejarse encantar por el canto de las peligrosas sirenas del pesimismo, la resignación y el derrotismo. La abstención puede convertirse en un paso silencioso que nos aleje del sueño de una Europa que dé aliento a la historia afirmando los auténticos derechos humanos.

Tenemos ante nosotros nuevas crisis y nuevos desequilibrios. Para afrontarlos debemos evitar toda forma posible de desaliento y escepticismo que nuble nuestra identidad como ciudadanos europeos, como hijos de una Europa, portadora de su propio modelo de democracia y libertad.

Los obispos de Sicilia

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