Feriae Matricularum, el espíritu estudiantil invade la acrópolis de Perugia

Feriae Matricularum, el espíritu estudiantil invade la acrópolis de Perugia

Acrópolis invadida por goliardos que celebran la Feriae Matricularum Pizza y cerveza para todos menos… cum iudicio Cementerio de la iglesia de Santa Maria del Riscatto (o Colladone) en Corso Vannucci. En el arquitrabe está escrito Perusiam protegido, Virgo. Se sirven generosas porciones de pizza. En el bar de enfrente se toman como locos cervezas y bebidas. Pero también hay hueco para el chocolate, alimento de los dioses. Provenían de diversas ciudades universitarias del país.

por sandokán

En primer lugar, la destacada representación boloñesa del Alma Mater Studiorum (UniBo), junto con las de Ferrara y Camerino. Más alumnos individuales, que vinieron solos o con un amigo. Silbatos y capas ondeantes, sombreros coloridos con sugerentes símbolos sexuales. Para recordar las costumbres de los clérigos vagantes que lanzaban al cielo sus gaudeamus igitur, iuvenes dum sumus! La pizza que ofrece Griphonatus perusinus la distribuye una robusta estudiante llamada “Vespa”.



En representación de Pedro el Grande el Perugio, el Grifo número 38 de la tradición arraigada en la Edad Media. Para honor y mérito de un Studium que cuenta con 700 años de antigüedad, ya que estaba ubicado en la Piazza del Sopramuro (1308). Junto a muchos jóvenes entusiastas, también algunos decanos, ya profesionales consagrados, activos entre los travertinos Vetusta. Con quien evocamos recuerdos de antaño es Luigi Mendicini, de pelo blanco y barba.

Posa con otro ex, que no renuncia a ponerse la capa negra con el Grifo Rojo y darse la vuelta para la foto. Porque el Grifo no es sólo un símbolo de identidad, sino una… religión. Semel in anno licet insanire, decían nuestros antepasados.

PD: Me complace observar que se acabaron los días en que se arrojaban huevos y harina a transeúntes inocentes. Sin embargo, la mendicidad, o la mendicidad, que pertenece a la naturaleza más íntima de los estudiantes, no ha terminado. Quien, habiendo recibido la óbola, cantaba y alababa siempre al tonto que pagó. Porque a nosotros, los perugueses, también nos gusta sentirnos un poco estúpidos. De vez en cuando.

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