Palermo vergonzoso, la Serie A es un espejismo –

No es tanto la derrota sino el viaje. No se trata tanto del juego incomprensible ni de las elecciones tácticas sino del compromiso. No es tanto la incapacidad de hacer que un momento más negro que rosa salga bien sino la ausencia absoluta de determinación encaminada a querer ganar. Palermo no se merece todo esto. Y por Palermo nos referimos a toda la ciudad, no sólo a los aficionados que se han suscrito convencidos de ver a un equipo decidido a alcanzar su objetivo en la Serie A. Una determinación que parece faltar no sólo en el campo sino también fuera del campo.

Ya en tiempos desprevenidos, en alas del entusiasmo de los destellos de Ranocchia que habían dado brío al once del entonces entrenador Corini, se evidenciaba la falta de un proyecto técnico adecuado al objetivo, además del déficit en la consistencia de los resultados y compromiso fluctuante de los jugadores. Desde acercarse al segundo puesto en el atrevido empate de Cremona hasta la derrota de hoy en La Spezia, casi todo ha cambiado, pero no la sensación de que este ansiado ascenso sea una quimera lejana. El cambio de entrenador no trajo los resultados deseados: tres empates y dos derrotas con riesgo de salir de la zona de Play-Off o participar partiendo de una posición demasiado desventajosa. El equipo en el campo es débil y las únicas reacciones son fruto de la frustración de los jugadores que buscan más discutir con sus oponentes que mostrar determinación y coraje para ganar. A nivel directivo probablemente se pensó más en satisfacer el descontento de la afición con un cambio de entrenador que en buscar un entrenador capaz de inyectar a los jugadores esas ganas de sacrificarse en el campo y dar más de lo que tienen. Mignani está fracasando en esto tan espectacularmente como su predecesor.

Los jugadores siguen siendo los principales responsables dentro del campo, ya que fuera de él la dirección lo es. Palermo es vergonzoso, es feo de ver. Simplemente deprimente. Una combinación de incapacidad y falta de personalidad que no refleja en absoluto la ciudad. Quienes deciden invertir en Palermo saben que primero deben afrontar las expectativas de la gente. Expectativas alimentadas por el escudo de una propiedad que ha prometido (sabiamente) pero que corre el riesgo de que los aficionados se descontenten con el proyecto. En definitiva, parecían los Reyes Magos con la Serie A de regalo pero de momento no hay estrellas sino un Palermo desmoronado.

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