Hace treinta años de la tragedia de Imola, por eso Senna es el más querido de todos los tiempos

Ayrton Senna fue el más grande de todos, aunque no el más exitoso: tres títulos mundiales en su haber antes de la tragedia de Imola hace exactamente 30 años….

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Ayrton Senna fue el más grande de todos, aunque no el más exitoso: tres títulos mundiales en su haber antes de la tragedia de Imola hace exactamente 30 años. Mejor que él Alain Prost (el rival de todos los tiempos) con cuatro campeonatos mundiales y luego michael schumacher hasta el contemporáneo y premiado Lewis Hamilton Y Max Verstappen. Pero no es sólo una cuestión de números cuando las victorias traen consigo algo más. Algo especial e irrepetible que desequilibra las estadísticas porque hay títulos que valen más que otros. Porque hay trayectorias que no se pueden comparar con otras.

Senna amado por todos los grupos sociales.

Senna era el mejor porque todos lo amaban como nunca antes. Criado en el algodón de la rica burguesía de São Paulo, pero reconocido por los niños más pobres de Brasil. Alabado por los blancos de los barrios de moda, alabado en las favelas más desesperadas sin distinción de clases sociales como pocas veces ocurre. El piloto de todos, como lo demuestra el interminable funeral que conmovió a todos. El campeón del pueblo capaz de unir a todos bajo una misma bandera.
Senna era el más grande porque conducía como un dios y volaba sobre el asfalto. Rozaba las curvas, diseñaba las trayectorias y adelantaba cuando menos se lo esperaba como si todo le resultara fácil. Él que no parecía cometer un error en un movimiento, una aceleración, una frenada como nadie volvería a hacerlo y, en cambio, pocos sabían cuánto trabajo había detrás.

Senna y la relación con Dios

Senna fue el más grande porque creyó en Dios y lo demostró: una fe auténtica y profunda que vivió cada día, imbuida de ella a través de su formación de niño y de la espiritualidad adquirida de adulto sin miedo a la vergüenza. Como cuando, ante más de 500 personas en la sala de prensa, después de ganar su primer título mundial, dijo que había visto la imagen de Jesucristo allí, justo detrás de la última curva. O como cuando, con motivo de la pole position aún insuperada de Múnich 1988, Dijo con franqueza a los periodistas que se sentía guiado por una entidad superior -por Dios, dijo Senna- porque de otro modo nadie habría podido bajar del minuto y 23 segundos en la vuelta.

Las fragilidades del hombre con sus pasiones

Senna fue el más grande porque la belleza de su raza llevaba dentro esa fragilidad que nos hace humanos y está destinada, tarde o temprano, a desvanecerse. Hombre inquieto en busca de paz interior, deportista dispuesto a desafiar la velocidad conociendo sus riesgos mortales, niño con el sueño de correr más rápido que el tiempo, piloto lanzado a 300 kilómetros por hora dentro de un casco para sentirse invencible. Tímido y gentil por un lado, feroz en la pista por el otro. Senna que -como cantaba Lucio Dalla- tenía algo estelar a pesar de su mirada melancólica, algo luminoso a pesar del cono de sombra de algunas de sus premoniciones. Murió con tan sólo 34 años, pero entregado a la eternidad. Senna que, sobre todo, tenía miedo pero intentaba no pensar en ello. Y olvidarlo corriendo lo más rápido posible. No pienses en ello como lo hacemos todos los días, en las pequeñas cosas y los grandes sueños. Por eso, el más grande de todos los tiempos. Senna es un campeón normal, como nos hubiera gustado ser. Senna campeón al lado. Senna como uno de nosotros.

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Periódico de Apulia

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