Migrantes explotados en los campos entre Siena y Grosseto: pagados 97 céntimos la hora

El meollo de toda esta investigación sobre la manipulación de bandas se encuentra en cinco frases: «En Bangladesh dejé a mis padres y a mis tres hermanas y hermanos. Mi padre vende fruta y sus ganancias no alcanzan para alimentar a todos, así que vendió el terreno que tenía por 15 mil euros. Ese dinero me sirvió para venir a Italia en un viaje que duró 11 meses, casi todos los cuales los gasté en Libia, donde tuve que pagar 15.000 euros a la mafia local”. Pronuncia las sentencias a los carabineros de la Compañía Piombino y a los militares de la Unidad de Inspección de Livorno uno de los 67 trabajadores explotados, todos ellos ciudadanos de fuera de la UE, al igual que sus diez presuntos explotadores. Uno de los que rezaron para ser recogidos por el CAS Le Caravelle en Piombino y poder ir a trabajar, mal pagado, más de 10 horas al día, sin reconocimiento médico, sin equipo, sin pausa para comer. Porque tuvo que enviar el dinero a casa.

De historias como ésta… en esta investigación que ha llevado a prisión a nueve paquistaníes residentes entre Grosseto y Siena, mientras que un décimo es buscado en el extranjeroo — las páginas de la ordenanza son densas. La Fiscalía -que postula, en diversas funciones, los delitos de intermediación ilícita y explotación laboral- los ha recogido entre las hojas de investigación. «Tengo que ir a trabajar porque necesito enviar dinero a casa: mis padres están enfermos. En año y medio envié mil euros”, afirma una de las víctimas que tenía un contrato regular pero que a menudo tenía que pedir dinero, aunque le pagaran mal. Esta realidad fue descubierta por los carabinieri que, desde mayo pasado, comenzaron a vigilar al grupo de paquistaníes investigados: seis son propietarios de empresas, otros cuatro son los “conductores”. Quienes fueron a recogerlos al TAS, resultado ajeno a la investigación, como también se desprende de los drones que utilizó la policía para filmar el acoso. Todo por el dinero para enviar a sus respectivas familias. Dinero que muchas veces no llegaba: «Han pasado dos meses y estamos en el tercer mes. ¿Podría enviarles el dinero a los niños?”, pregunta uno de los invitados al TAS que un grupo de sospechosos utiliza para controlar a los “empleados”.

Salarios de hambre: oscilaban entre 97 céntimos y 7 euros la hora.
Durante diez horas seguidas. “Compré un par de zapatos resistentes en una tienda china de Follonica”, afirma una de las víctimas cuando se le pregunta qué herramientas de trabajo se proporcionan a los empleados que no han sido sometidos a un reconocimiento médico. La alternativa eran unos zapatos más resistentes “pero si los quisiéramos nos habrían retenido 30 euros de nuestro sueldo”, afirma otra de las víctimas. «Pobres, han dejado de trabajar: está lloviendo y no tienen equipo»explica por teléfono el propietario de una empresa agrícola al propietario de una empresa, que es interceptado.

Empleados en la cosecha de aceitunas y tomates o incluso en la limpieza de viñedos en el campo de las provincias de Grosseto y Livorno, tenían un solo objetivo: producir. “No pueden descansar, dígales que pueden tomarse 10 minutos para almorzar”, dice, interceptado, uno de los sospechosos a quien los carabinieri confiscaron 45.000 euros en concepto de impagos del INPS. Y si “este trabajo salió mal es porque ya han trabajado 10 horas, mañana veremos cómo trabajan, sino llamaremos a otros”, dicen los sospechosos por teléfono. «Si me llama la policía les cuento todo, que no me dan agua y que no me dan comida, vienen a buscarme a las cinco de la mañana y me traen a las ocho de la tarde”, desahoga una de las víctimas. El ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, aplaude la operación de los Carabinieri. El Gobierno también choca con la oposición y los sindicatos en este tema. Nadie que se moleste en hablar con quienes han sido explotados.

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