Érase una vez en Cosenza. La historia de Nello entre Keegan, las radios de los coches y el garito (por Franco Panno)

Érase una vez en Cosenza. La historia de Nello entre Keegan, las radios de los coches y el garito (por Franco Panno)
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por Franco Panno

Su nombre era Nello, conocido como Keegan, tenía una velocidad extraordinaria. No era un regateador, pero dejaba a cada uno en su lugar cuando corría. Su velocidad supersónica le había resultado útil para su trabajo. En la época de las radios emergentes, la leyenda de Keegan tomó forma. Dejar la radio del coche en el coche, aunque fuera por unos segundos, podría haber salido caro. Nello era implacable, esquivo, astuto y se le perdía la pista.

Un día le robaron la radio del coche a un delincuente local, sus matones cogieron a Nello y lo golpearon hasta dejarlo sangriento. Era la época de la guerra de bandas, los inconformistas eran molestos. Con el paso de los años, abrió un garito, nada más terminar el colegio fui a ayudar, era una especie de chico de salón, recuerdo interminables partidas de Poker con todo tipo de gente, delincuentes, profesionales, comerciantes, empleados que A menudo me piden que ayude a Ernesto el usurero listo con su chequera para “rescatar”.

Me intrigaron esos personajes. Recuerdo a Tony, un jugador empedernido y estafador profesional, explicándome las reglas de la jaula. Linchaban a pedófilos, en aquel entonces no había un brazo especial y los proxenetas se mantenían alejados. Hablando de papillas, me acordé de la frase del Accattone de Pasolini, cuando decía con tristeza “Ya ni siquiera las queremos, porque vivimos de mujeres y no tenemos el valor de probar las cosas solos”. El garito cerró definitivamente cuando el enfrentamiento entre las asociaciones criminales alcanzó el número máximo de muertes. Nello se mudó a Australia y nunca más se le volvió a ver. Todavía tengo su “Hermano, tírame…” en mis oídos, los compró todos.
Cuántas cosas te vienen a la mente cuando miras el antiguo campo.

Penny Lane, Los Beatles
Buen día

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