la filial rusa del grupo Marche transferida a Gazprom

FABRIANO Tiene el sabor amargo de una expropiación, un relámpago en un cielo marcado por una guerra agotadora en el corazón del Viejo Continente. El presidente del Kremlin, Vladimir Putin, que desde febrero de 2022, tras la invasión de Ucrania, mantiene un enfrentamiento directo con el segundo Estado más grande de Europa, nacionaliza la filial rusa de Ariston y la transfiere a Gazprom.

La misma suerte que la empresa italiana corre a Bosch, fabricante alemán de electrodomésticos: la gestión temporal de ambos pasa, según un decreto publicado ayer, a Gazprom Domestic Systems, la empresa del grupo estatal de electrodomésticos, que actuará como administrador.

La historia se repite: desde el comienzo del conflicto, Moscú ha puesto bajo control los activos de varias empresas occidentales.

La agencia

Lo que hizo rebotar la noticia en el panorama internacional fue Interfax, la agencia de prensa no gubernamental, con sede en la ciudad de la Plaza Roja, una de las principales tras la disolución de la Unión Soviética. El decreto fue publicado en el portal oficial de información jurídica.

la trama

Si bien las estrategias que generaron los efectos del intervencionismo del Kremlin en la economía rusa en tiempos de guerra todavía están envueltas en una niebla, la trama de fondo se refiere a una jugada tomada ya el año pasado por Putin: había firmado otro decreto sobre la transferencia temporal de las sucursales de Danone y Carlsberg a la Agencia Federal de Gestión de la Propiedad Rosimushchestvo. La medida se adoptó después de que las empresas francesa y danesa anunciaran su intención de salir del mercado ruso.

El 98,56% de las acciones de la cervecería rusa Baltika, perteneciente a Carlsberg, y decenas de miles de acciones de Danone quedaron bajo el control de la Agencia. Sin embargo, en el caso de Ariston y Bosch la dirección se transfiere, también temporalmente, a otro grupo industrial, aunque controlado por el gobierno.

Los números

Líder del confort térmico de alta tecnología y sostenible, la multinacional Fabriano, que cotiza en bolsa y presidida por Paolo Merloni, una de las marcas históricas de la industria italiana, aún debe evaluar los impactos empresariales, de gestión y de gestión de esta medida. Con un centro de producción en las afueras de San Petersburgo y una red comercial, la estructura, entre activos y trabajadores, se fabrica únicamente en Rusia y está destinada a cubrir el mercado interno.

Un corolario que hasta ahora ha garantizado 100 millones de euros de facturación y un compromiso con 350 empleados. Un escenario que habría querido, en nombre del mercado y de los niveles de empleo, resistir la tragedia de un conflicto en una tierra que en 2014 le había premiado con el Premio a la Eficiencia Energética a la mejor promoción de la eficiencia energética, de las fuentes renovables y de la calderas de condensación. Sí, tiene el sabor amargo de la expropiación.

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