Cesena, aún queda mucho trabajo por hacer. La pasión de esta tierra vale más que B.

Cesena, aún queda mucho trabajo por hacer. La pasión de esta tierra vale más que B.
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“¡Nos vamos, nos vamos a la Serie B!”. Este fue el grito, el sábado 30 de abril, por la tarde, en la Piazza del Popolo, con el equipo bailando sobre el techo del minibús, las luces rojas de las bombas de humo por todas partes y una ciudad celebrando el ascenso que acababa de ganar al vencer Pescara 1-0. Volvemos a donde estábamos, donde habíamos estado hasta el momento anterior al fracaso, ese que en el verano de 2018 había provocado que un equipo que acababa de salvarse sobre el césped cayera al pantano de la D.

Desde entonces fue necesario un año para el salto de primera categoría y todos los demás entre 2019 y hoy para volver a encarrilar las cosas. ¿Así es como funciona? ¿Todos han pagado su ronda de bebidas y es hora de despedirse del barman y volver a casa? No, aquí no. No en Cesena.

Conquistar la Serie B es una alegría que hay que disfrutar saboreando hasta el fondo, hasta el final de esta temporada y durante todas las vacaciones que esperan a futbolistas y aficionados.

Aquí estamos, ya podemos ver las fotos colgadas en las redes sociales de playas de todo el mundo con la bandera de Cavalluccio que vale más que cualquier arrecife de coral. ‘Bienvenido de nuevo’ es la palabra más común, con la B siempre en mayúscula, independientemente de la puntuación y los nombres propios o comunes. Porque vamos, que realmente no hay nada común por estos lares.

En cambio, hay una pasión visceral que llena el aire, tanto cuando las cosas van bien como cuando van mal. Lo que empuja a los que están en el terreno de juego a ponerse manos a la obra, siempre y en cualquier caso, incluso cuando llueve, es invierno, es de noche, hace frío y los demás llegan sobre sus piernas como si no hubiera un mañana. Los demás.

¿Recuerdas a los demás? No se trata de hojear la lista de este torneo, ni de querer faltarle el respeto a alguien o algo, porque cada uno tiene sus propias tradiciones, sus propias historias y su propia magia. ¿Pero recuerdas cuando el público empujaba como loco y los que estaban en el campo volaban, no contra el Pescara, sino contra el Milán? Cesena-Milán 2-0, segunda jornada de la temporada 2010-2011.

Fue anteayer, no hace toda una vida. Ya habían inventado los teléfonos móviles, la fibra óptica y las redes sociales. Estábamos aquí, en casa, en el Estadio Orogel y allí estaban Bogdani y Giaccherini que habían dejado en silencio a Ibrahimovic. No es una historia para contar frente a la chimenea en las noches de invierno. Es algo que, como estuvo ahí, puede volver a estar ahí. De lo contrario los nietos acabarán aburriéndose ante las historias de sus abuelos. Es mejor vivir historias y luego –posiblemente– contarlas. Como el del ascenso a la Serie B que acaba de llegar, al final de una temporada loca, en la que todo (o prácticamente todo) iba en una dirección, la correcta.

Pero no es suficiente. Y luego necesariamente pensamos en el paso adicional, llegando a la pregunta decisiva. La pregunta decisiva no es “¿Cuándo?”, sino “¿Cómo?”. ¿Cómo se relanza de nuevo? Con el espíritu de una tierra y una comunidad que se ha contagiado de un símbolo del fútbol, ​​con los jugadores en el campo y la afición alrededor. Aparte del duodécimo hombre, estos son diez mil, quince mil y más. Once contra quince mil. Que venga también el Milán, a ver qué pasa. El Milán puede volver, claro que si puede. Todo lo que tienes que hacer es ir a buscarlo.

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