Venecia, México y la nostalgia de quienes emigran

Una familia albanesa, que emigró a Italia hace treinta años, es la protagonista del pabellón mexicano. El artista elegido para representar a su país, Erick Meyenberg, también tiene una familia de origen alemán por parte paterna y libanesa por parte materna. México se presenta en la 60 Bienal de Arte de Venecia hablando del mundo, más que para hablarle al mundo. El artista (con el apoyo curatorial de Tania Ragasol) se mantiene alejado de la iconografía de un México inventado, el que los europeos tenemos en la cabeza y del que a su país le encanta hablar con un poco de pompa. Precisamente porque sabe que su México «está atravesado por gente que huye, estamos en el centro de una de las rutas migratorias más grandes y violentas del planeta», Erick Meyenberg puede darse el lujo de abordar una cuestión de época «apelando a algo universal, que todos podemos sentir, y que llega a través de los gestos más íntimos y vulnerables.”

En la película que se proyecta en las paredes de la Sala delle Armi del Arsenale, se puede ver a esta familia alrededor de una mesa inmersa en un paisaje bucólico. Fuera de las pantallas, en el centro del pabellón hay una mesa cargada, testigo de un almuerzo que ya tuvo lugar: «Por todas partes, están los cuerpos que hablan, se apiñan y comparten toda la confusión y el desarraigo, todos los dolor que cada uno de ellos ha tenido que afrontar y procesar.” Los muebles parecen abandonados y están todos cubiertos de cera: «En la ciudad de Korça hay un pequeño parque con el nombre poético de ‘Pradera de las Lágrimas’, porque aquí desde hace trescientos años las familias de inmigrantes se reúnen para llorar y encender velas. con la esperanza, casi siempre vana, de que regresen”, afirma el artista.

«Las dos ramas de mi familia han roto sus orígenes, han dejado de hablar sus lenguas. Mi abuelo materno, en particular, nunca quiso decir nada sobre su Líbano, que había dejado sumido en la guerra civil. Sin embargo, fue precisamente en México donde se refugiaron y rehicieron sus vidas. Celebro también a México que siempre ha acogido a exiliados, fugitivos y disidentes”.

Es a partir de eso mezcla perpetua que fluye tanta nostalgia. Y así lo explica la letra del título, Marchamos, siempre regresamos.: nos íbamos, siempre volvíamos. «Es una frase de Marguerite Duras, uno de sus profundos y sublimes cortes con bisturí. En esas palabras está toda la tensión imposible entre el deseo y la negativa a regresar.” Por eso también al caminar por el pabellón, «el suelo es liso y oscuro, donde todo se refleja, el pasado y el presente, pero en una atmósfera de niebla, como los recuerdos y los deseos, es el limbo de sentirse extranjeros en todas partes» .

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