“Saqué a esos testigos del cajón”

Dos episodios tristes que ni siquiera la atrocidad de una guerra puede justificar – ocurridos en 1944 a un paso de Forlì – vuelven a la vida en el libro de Roberta Ravaioli ‘Las masacres de Branzolino y San Tomè’ (ediciones Mdm, 13 euros) que se presentará el sábado a las 17 horas en el Santuario de los Caídos, en Corso Díaz 95. La iniciativa se enmarca en las celebraciones del Día de la Liberación.

El origen del libro se remonta al 25 de abril de hace 14 años, cuando el autor celebró una conferencia sobre los campos de concentración y los campos de concentración en Alemania. Precisamente ese día llegó a Forlì el alcalde de la ciudad alemana de Greven, de donde procedía el subteniente Heinrich Nordhorn, quien dio la orden de matar, en la horca, a las diez personas implicadas en los dos episodios. Fueron varios los ciudadanos que presenciaron los acontecimientos de 1944, aún vivos en ese momento, que invitaron a Roberta a contar sus historias y reportar sus testimonios.

El autor, de 68 años, profesor jubilado y director de escuela, comenzó así a realizar entrevistas y a tomar notas de episodios e historias de aquellos días trágicos: narraciones muy vivas. Pero luego, ocupada con el trabajo, guardó todo el paquete en un cajón que no se volvió a abrir hasta septiembre de 2023. Cuando, con motivo del 79º aniversario de la muerte de San Tomè, el historiador Mario Proli convenció a Roberta para que volviera a abrir ese El famoso dibujante: “Todos aquellos con quienes hablé – explica –, ya fueran testigos directos de aquellos hechos, ya fueran hijos o nietos, no pudieron evitar contener las lágrimas al recordar lo sucedido”.

El libro narra diez muertes, cuatro en Branzolino y seis en San Tomè, ahorcadas por los nazis en dos episodios tristemente similares que se produjeron con 12 días de diferencia. La tarde del 27 de agosto de 1944, una acción de sabotaje presuntamente llevada a cabo por partisanos contra las tropas nazis provocó un ataque en el que resultó gravemente herido un motociclista alemán. La reacción de las SS fue inmediata. Los militares se dirigieron a la prisión de Viale Salinatore (en el edificio que actualmente alberga el Centro de Empleo), cogieron a seis ciudadanos antifascistas sospechosos de formar parte de la célula partidista que existía en la fábrica Orsi-Mangelli y los llevaron a Branzolino. Mientras tanto, otros soldados alemanes habían detenido en el campo a 50 hombres, en su mayoría agricultores, que fueron obligados a presenciar el ahorcamiento de los cuatro prisioneros: Secondo Cervetti, 37 años, Ferdinando Dell’Amore, 38 años, Ivo Gamberini, 38, y Giovanni Golfarelli, 33 años. En ese momento el mando alemán emitió una advertencia decretando que si había otro ataque, todos los hombres de la aldea serían asesinados, las casas serían incendiadas y las mujeres y niños deportados a Alemania.

Once días después, en San Tomè, a poca distancia, la explosión de una bomba hirió gravemente a un italiano, que en mitad de la noche había salido de su casa, violando el toque de queda, para buscar una matrona porque su mujer estaba a punto de dar a luz. nacimiento, pero también un soldado alemán. También en esta ocasión el guión fue el mismo: redada de 250 ciudadanos que fueron obligados a presenciar el ahorcamiento de otros seis hombres: cuatro prisioneros y dos judíos, padre e hijo. Los prisioneros eran Celso Foietta, de 37 años, Antonio Gori, conocido como Natale, de 26 años, Michele Mosconi, de 39 años, y Antonio Zaccarelli, de 19 años. Los dos judíos, capturados en Castelbolognese, se llamaban Emilio y Massimo Zamorani, de 54 y 25 años. El segundo teniente Heinrich Norhorn, condenado en 2006 por un tribunal militar, murió en 2015 a la edad de 96 años. Por motivos de edad nunca fue a prisión.

El libro de Roberta Ravaioli es otro signo concreto de una memoria que nunca debe olvidar ciertos hechos.

Stefano Benzoni

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