La diócesis de Imola en audiencia con el Papa Francisco por Pío VII, el discurso del Santo Padre

La diócesis de Imola en audiencia con el Papa Francisco por Pío VII, el discurso del Santo Padre
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Foto de la audiencia compartida por Don Marco Renzi, quien participó en la peregrinación y la compartió en Instagram

qEsta mañana, en el Aula Pablo VI, El Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los peregrinos de las diócesis de Cesena-Sarsina, Savona-Noli, Imola y Tivoli con ocasión del bicentenario de la muerte del siervo de Dios Pío VII. Estuvo presente el obispo de Imola, mons. Giovanni Mosciatti, varios sacerdotes del clero diocesano y fieles. Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante el encuentro:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Saludo al cardenal, a los obispos presentes, a los abades, a los monjes y a todos vosotros, amigos de las diócesis de Cesena-Sarsina, Savona, Imola y Tivoli. He estado en Cesena.
El Papa Chiaramonti fue y es para todos nosotros un gran ejemplo de buen pastor que da la vida por su rebaño (ver John 10,11). Era un hombre de notable cultura y piedad, era piadoso. Monje, Abad, Obispo y Papa, en todos estos roles mantuvo siempre intacta, incluso a costa de grandes sacrificios, su dedicación a Dios y a la Iglesia. Como en el dramático momento de su arresto, cuando, a quienes le ofrecieron una vía de escape de la prisión a cambio de compromisos en sus responsabilidades pastorales, respondió: «Ni debemus, ni zarigüeya, ni volumus» – «no debemos, no podemos, no queremos», confirmando, al precio de su libertad personal, lo que había prometido hacer, con la ayuda de Dios, el día de su elección (cf. Pío VII, Aloc. Anuncio supremo6).
Pensando en su vida, me gustaría subrayar tres valores clave de los que fue testigo y que son también esenciales para nuestro camino personal y comunitario: Comuniónel testimonio y el merced.
Primero el Comunión. El Papa Pío VII fue un firme partidario y defensor en tiempos de feroces luchas y divisiones. Los desórdenes causados ​​por la Revolución Francesa y las invasiones napoleónicas habían producido y seguían fomentando dolorosas fracturas, tanto en el seno del Pueblo de Dios como en sus relaciones con el mundo circundante: heridas sangrantes tanto morales como físicas. Incluso el Papa pareció sentirse abrumado por ello. Y en cambio, con su calma y su tenaz perseverancia en la defensa de la unidad, Pío VII supo transformar la arrogancia de quienes querían aislarlo y distanciarlo, despojándolo públicamente de toda dignidad, en oportunidades para relanzar un mensaje de entrega y amor a la humanidad. Iglesia, a la que el pueblo de Dios respondió con entusiasmo. El resultado fue una comunidad materialmente más pobre, pero moralmente más cohesiva, fuerte y creíble. Y su ejemplo nos anima a ser, en nuestro tiempo, incluso a costa de sacrificios, constructores de unidad en la Iglesia universal, en la Iglesia local, en las parroquias y en las familias: hacer comunión, favorecer la reconciliación, promover la paz, ¡fieles a la verdad en la caridad!
Una cosa que ayuda mucho a la comunión es saber hablar bien. ¿Qué significa? Yo digo lo contrario: hablar mal, charlar, destruye la comunión. No sé si en vuestras diócesis hay charlatanes, creo que no, porque todos tenéis muy buena cara… Pero por si hay charlatanes, hay un muy buen remedio: morderse la lengua. Cuando tengas ganas de hablar mal o “desollar” a alguien más, muérdete la lengua y harás un gran trabajo de comunidad, de unidad en la comunidad.
Y todo esto -comunión, búsqueda de la unidad de la Iglesia- nos lleva al segundo punto: la testimonio. Hombre de carácter afable, el Papa Chiaramonti fue un valiente anunciador del Evangelio, con su palabra y con su vida. Dijo a los cardenales electores al inicio de su pontificado: «La Iglesia […] Él necesita nuestros buenos ejemplos. […]; para que todos entiendan que no […] en pompa […], sino más bien en el desprecio de las riquezas, en la humildad, en la modestia, en la paciencia, en la caridad y finalmente en cada deber sacerdotal se representa la imagen de Nuestro Creador y se preserva la dimensión auténtica de la Iglesia” (ibid., 8-9). . ¡Es hermoso lo que dijo! Y de hecho realizó su ideal de profecía cristiana (ver San León Magno, sermón 21,3), vivirlo y promoverlo dignamente en las buenas y en las malas, tanto a nivel personal como eclesial, incluso cuando esto le llevó a chocar con los poderosos de su tiempo.
Y finalmente llegamos al último aspecto: el merced. A pesar de los grandes obstáculos que los acontecimientos napoleónicos pusieron a su labor, el Papa Pío VII concretó su atención a los necesitados, destacándose por algunas reformas sociales de gran alcance e iniciativas innovadoras en su tiempo, como la revisión de las relaciones de “vasallaje”, con la consiguiente emancipación de los campesinos pobres, la abolición de muchos privilegios nobles, del “hostigamiento”, de los sobornos, del uso de la tortura (ver Pío VII, Motu proprio Cuando por disposición admirable6 de julio de 1816) y el establecimiento de una cátedra de cirugía en la Universidad Sabiduría para la mejora de la atención médica y el aumento de la investigación.
Era un hombre muy inteligente, muy piadoso y astuto. También supo llevar a cabo su encarcelamiento con astucia. En ocasiones enviaba mensajes escondidos en su ropa interior; y así logró dirigir la Iglesia, ¡a través de ropa interior! Y es algo hermoso: es un hombre inteligente, astuto, que quiere llevar a cabo la tarea de gobernar que el Señor le había dado, eso es hermoso.
Fue también un hombre de caridad, como lo demostró más tarde, en un contexto diferente, hacia sus perseguidores: mientras denunciaba tajantemente sus errores y abusos, intentaba mantener abierto un canal de diálogo con ellos y, sobre todo, ofrecía siempre su perdón. Hasta conceder hospitalidad en los estados de la Iglesia, después de la restauracion, precisamente a los familiares de aquel Napoleón que unos años antes lo había hecho encarcelar y pedido en prisión un trato suave para él, ahora derrotado. ¡Excelente!
Queridos hermanos y hermanas, son muchos los valores que nos recuerda la memoria del Siervo de Dios Pío VII: el amor a la verdad, la unidad, el diálogo, la atención a los últimos, el perdón, la búsqueda tenaz de la paz y la astucia evangélica. que el Señor nos recomienda. Nos hará bien meditarlos, hacerlos nuestros y dar testimonio de ellos, para que crezca en nosotros y en nuestras comunidades el estilo de mansedumbre y disponibilidad de sacrificio. Pero eso no significa que seamos estúpidos, no, eso no es mansedumbre. Mansedumbre sí, pero inteligentes como nos recomienda el Señor. Simple como la paloma pero inteligente como la serpiente.
Os agradezco que hayais venido y os acompaño con mi oración. Los bendigo de corazón a todos ustedes y a sus familias. Y os recomiendo: no olvidéis orar por mí. ¡Gracias!

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