El fotógrafo alemán Andreas Gehrke es una de las voces más interesantes de la fotografía contemporánea. Sus diversas series saben captar la realidad urbana y natural con gran verdad y delicadeza, llegando siempre a un núcleo profundo, aquel que constituye una conexión específica con lo que nos rodea. De sus tomas emerge la belleza de la arquitectura, incluso cuando es brutal y hosca, dando lugar a una estética cautivadora, placentera y emocionante a partir del enfoque en detalles como terrazas, ventanas o detalles interiores. Es la capacidad de ir más allá de las apariencias, de indagar en lo ordinario para encontrar la singularidad, de practicar un arte que se basa en la capacidad de ver el lado íntimo y poético de la realidad incluso donde todo parece repulsivo.
También son maravillosas las fotografías en las que la naturaleza es la protagonista, con sus colores, la majestuosidad de los árboles centenarios, los charcos en los caminos de tierra, las ramas caídas tras una tormenta, con las hojas todavía erectas, mojadas por la lluvia. La especificidad de estos planos es captar la insustituible indisciplina de la naturaleza, de la forma más sincera posible, sin querer eliminar lo que es desagraciado y determina la verdad del mundo.
Acaba de ser publicado por la editorial. Libros de Drittel el libro “Flughafen Berlin-Tegel” -Aeropuerto de Berlín Tegel-, una edición limitada de seiscientos ejemplares que incluye una serie de tomas en el aeropuerto Tegel de la capital alemana. Este, que permaneció en funcionamiento hasta el 8 de noviembre de 2020, fue durante décadas el principal aeropuerto alemán, un verdadero símbolo de los viajes, donde millones de personas tomaron aviones, esperaron, partieron o se encontraron con amigos y amantes, y mucho más. Los lugares donde uno parte y uno llega están llenos de historias, sentimientos y densidad emocional, a pesar de ser uno de los emblemas más perfectos de los ‘no-lugares’ de Marc Augé: donde hay despersonalización, neutralidad, igual aceptación para todos porque todo es aséptico y frío, pero es el lugar donde todos pueden ser aceptados.
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El aeropuerto de Tegel fue cerrado porque su estructura compacta arquitectónicamente no le permitía ser un puesto de avanzada del viaje contemporáneo, un destino para el consumismo, donde las luces de neón y las escaleras eléctricas podían alternar con escaparates, bares, restaurantes, locales de comida rápida, perfumerías, farmacias, tiendas de mascotas, etc. El cierre de este aeropuerto -inaugurado en 1948 como aeropuerto militar y en la década de 1960 para el transporte civil- es, por tanto, también la victoria del consumismo frente a la idea de viajar en pureza, como una sola dimensión de salida y llegada, sin esa nómina. de entretenimiento y distracciones que nos atraen muy bien.

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Es precisamente aquí donde Andreas Gehrke fue a dar un retrato íntimo de este lugar ahora vacío, sin vida y sin gente. Fotografías de grandes vistas o de pequeños detalles pueden ofrecer una visión del aeropuerto sin retórica y gracias a ello la cuestión de representar lo que queda queda en pocas palabras. Lo interesante es la capacidad de Gehrke para retratar objetos y elementos arquitectónicos que hablan del ser humano, precisamente porque fueron diseñados y construidos para él, además de disfrutarlos durante mucho tiempo.

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En este libro la belleza de las fotos va acompañada de cierta desolación subyacente, un sentimiento de tristeza y melancolía como cuando te encuentras frente a algo que ha representado tanto, pero que alguien ha decidido reemplazar, dejándolo en el mundo. de recuerdos