HORA DE COMER. PERO QUE HERMOSA ES “LA CARRERA”…

HORA DE COMER. PERO QUE HERMOSA ES “LA CARRERA”…
HORA DE COMER. PERO QUE HERMOSA ES “LA CARRERA”…

Diez centímetros. Es la distancia que separa a la primera de la segunda, la felicidad de la decepción, las explicaciones de las justificaciones. Diez centímetros. Es la distancia que distingue ciento treinta y siete kilómetros con cinco o seis subidas entre cincuenta y tres competidores. Diez centímetros. Es la distancia que queda oficialmente al final de una carrera. Y el libro “La carrera”.

no me acordaba de eso “La raza” por el holandés Tim Krabbé fue muy atractivo. La primera edición original en 1978. La primera edición italiana en 2006, publicada por Marcos y Marcos. La más reciente de 2022, editada por alvento para Mulatero, con traducción de Franco Paris y acompañada de una entrevista al autor realizada por el traductor (216 páginas, 17 euros). “La carrera” es un título reduccionista. Porque son muchos viajes en un viaje, tal vez incluso muchos libros en un libro. El libro es una novela. La crónica del circuito del Mont Aigoual, en Francia, en el Macizo Central, para ciclistas aficionados: kilómetro a kilómetro, tiros y contratiros, y pensamientos, ataques y persecuciones, y sensaciones, fugas y contraataques, y confesiones. Hasta el sprint final, a dos manos, con esos diez centímetros. Pero entre una carrera y otra, de un kilómetro a otro, las otras carreras, las otras historias. Anquetil que “en cada subida sacaba la botella del portabotellas y la deslizaba en el bolsillo trasero de su maillot de carrera”, Graczyk que “cortaba una patata en dos y se iba a descansar colocándose las dos mitades sobre los ojos”, Coppi que “tenía en sus brazos subiendo las escaleras del hotel”, Rivière quien “infló las llantas con helio”, Van Est que se quedó sin frenos y luego “trató de parar la rueda delantera con las manos y como no fue suficiente ni siquiera deslizó un pie en los rayos”. Y luego también está la historia de Krabbé, su historia ciclista. Y si la crónica de la carrera va desde el kilómetro cero hasta la meta, la historia de Krabbé vuelve del final al principio, y todas las demás historias suben y bajan, se enhebran y entrelazan, hasta saltar y rebotar.

Gian Paolo Ormezzano sostiene que para escribir sobre carreras de caballos no es imprescindible ser caballos, pero los jockeys ayudan. Krabbé tiene experiencia directa en ciclismo. Que se leen, se escuchan, se viven. Y que representan la parte más viva, más verdadera y más convincente. “Se encoge de hombros y comienza a explicar el poco tiempo que tiene para entrenar. Todos los ciclistas lo dicen, siempre, como si temieran ser juzgados precisamente por las cualidades que más cuentan”. “Él siempre tiene una excusa, las fuerzas del mal empeñadas en meterlo en problemas, dolor de estómago, dolor de piernas, una rueda pinchada, una cadena reventada, algo roto”. “Un gran momento. Me he preparado tanto para esta carrera, y estos son los últimos segundos antes del movimiento decisivo. Ahora que la decisión está tomada, también puedo explicarlo: Reilhan es el único que aún puede vencerme. En Camprieu se mostró vulnerable. Así que tengo que pegarlo. Tres segundos más. Puedes pensar en mundos enteros en tres segundos. Ahora”. “¿Cuántas veces, luchando dolorosamente en medio de un grupo golpeado que, sin embargo, mantenía un ritmo infernal y muy cansador de seguir, deseé un pinchazo? Un pinchazo, un permiso para interrumpir la agonía”.

Diez centímetros. “Saber aceptar la derrota es una salida despreciable, una ofensa al espíritu deportivo. A los que saben aceptar la derrota se les debe prohibir la práctica del deporte”. Grande, Krabbé, muy grande. El deporte, por dentro, es vida o muerte, cielo o infierno, todo o nada. Y amén.

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