Entre Italia y Argentina, el ejemplo de Adelaida

Estimado Adrián,

Perdona el uso del “tú” y el tono coloquial con el que me dirijo a tu bella Adelaida, que merecidamente está en la docena de Premio Bruja, pero me parecería extraño dirigirme a un colega de otro modo. No soy crítico de profesión ni de formación, y al tratar con textos ajenos me inspiro en el tono con el que el querido Calvino se dirigió a colegas y autores acerca de los manuscritos que iban a publicar. Libros ajenos: qué responsabilidad.

Entonces, leí la vida de d.Yo Adelaida Gigli, Artista y activista política nacida en Recanati en 1927 e hija del pintor, grabador y escultor Lorenzo Gigli con quien emigró a la Argentina a los cuatro años, con el interés y el temor de un simple lector. Te imaginaba a ti y a ella, durante tus charlas cerca de ese cerro que se abre al infinito, ambos perdidos, suspendidos entre Italia y Argentina, sin un hogar propio, un pedazo de tierra donde vivir seguros. Es una condición que vuelvo a encontrar, aunque de forma menos cruel, incluso en este presente con tantas confianzas perdidas. Por eso tu libro me habló de nosotros, aquí y ahora. Vi a Adelaida navegar dictaduras, familias desmembradas, torturas. Niños y amigos desaparecidos o asesinados; los camiones que caían de las puertas de los aviones en pleno vuelo, con su carga de cadáveres o vivos; los muchos vuelos de la muerte. Los desfiles militares que marcaron su vida, en Italia en 1938 y luego en la Argentina de Videla. Las pastillas de cianuro cosidas en las solapas de las camisas por si acabáis en manos de la policía, porque cualquier muerte es preferible a la que nos espera. Me llamaron la atención las palabras de una de ellas, Mercedes Depino, que logró cruzar la frontera sin tener que tragárselas y, muchos años después, escribió desde París: “Sin embargo, en apenas unos años el mundo se derrumbó a nuestro alrededor. Todo Comenzó a desmoronarse. Nosotros, los que tuvimos la suerte de seguir viviendo, nos quedamos solos.

Escribiste un réquiem que avanza en el tiempo milonga y marchas militares. Usted nos ha mostrado cuán profunda es la crueldad y la indiferencia humana que permite que surja un centro de tortura en medio de casas y jardines, sólo porque la dictadura “salvaguarda los principios sobre los que se fundamenta la civilización argentina”. ¿Cuántas veces más tengo que nacer? Adelaida se pregunta. ¿Cuántas veces tendremos que renacer todos para no ser cómplices del silencio, como titula una buena película de hace unos años, sobre estos mismos temas? Tomará tiempo encontrar las respuestas. Mientras tanto, gracias por hacer llegar sus preguntas a nuestros corazones. Debes estar feliz, porque nos has regalado una gran Adelaida y un gran libro.

Saludos cordiales, Simona.

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