El papel de la edición en el mundo intelectual para Giulio Bollati

En un artículo publicado en micromega En el 1996 – probablemente el último escrito que nos dejó –, Giulio Bollati (Parma, 1924 – Turín, 1996) toca un tema que no podría parecer más actual, a pesar de que la pieza fue escrita hace casi treinta años.

Con tono irónico, como era habitual en él, Bollati sale volando muy alto: “Alma y cuerpo, espíritu y materia: superado innumerables veces en la especulación, este contraste ha quedado impreso durante tanto tiempo en las estructuras profundas de cultura italiana convertirse en sentido común.”

Los italianos, dice Bollati, están agitados en una esquizofrenia autoimpuesta (y falso) y se lanzan de cabeza en uno batalla de papel machélucharon con tenaz convicción, alineándose en dos campos hostiles uno contra el otro armado.

Hay quienes lo usan mente y quien usa el cuerpo, y las dos facciones nunca se encuentran. Naturalmente, los contendientes no se escuchan entre sí, por lo que la sociedad se encuentra dividida, con el “intelectuales”, por un lado, íntimamente convencido de que “el alma es noble, el cuerpo es vil”, y la sociedad civil, por otro, enteramente ocupada en desarrollar la economía y felizmente ignorante de la existencia de la primera. En breve, los que leen no leen y los que leen no haceny esta sería la clave para entender el Decadencia moral italiana.

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El artículo describe dos figuras arquetípicas del intelectual italiano, dos exponentes del primero de los dos bandos en competencia. En primer lugar está el “hombre de letras de antigua ascendencia humanista” que vive en el “culto al pasado y a la forma”. Es heredero directo deantiguo régimen y recuerda con nostalgia los tiempos en que quienes creaban la cultura se permitían largas tardes de ociosidad filosofal entre los agradables campos, esencialmente gracias a que algunos siervos araron sus campos para él y algunos sirvientes le hicieron encontrar la mesa puesta a su regreso de tan intenso paseo. Para el humanista “El industrialismo, con su séquito de utilitarismo, democracia y cultura de masas, representa una amenaza mortal para sí mismo y para toda la sociedad”.

Giulio Bollati La invención de la Italia moderna

Entonces hay el intelectual radicalEso “se mantiene desafiante contra el poder“, “afirma que derechos de su propia clase usurpada por el soberano”, pero en realidad lo hace únicamente en favor de sí mismo, magnificando “la misteriosa tarea de su propia autorreproducción” (qué frase más sublime). A ninguno de los dos le importa cómo evoluciona el mundo..

En resumen, los intelectuales italianos están muy ocupados hablando de la primacía del Espíritu o de la rebelión contra el príncipe, pero están muy lejos de aquellos que se ensucian las manos cada día con máquinas llenas de aceite., con los cálculos matemáticos, con la producción técnica, con el progreso y, en definitiva, con la realidad de las cosas terrenas. El marxismo – reconoce Bollati – había representado una novedad en este sentido: en la dialéctica entre espíritu y materia había intentado “hacer la cultura inmanente a los procesos reales”, pero luego la izquierda italiana se vio envuelta en la habitual batalla de papel maché y todo terminó en nada..

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No es casualidad que un artículo de esta naturaleza sea mordaz. de nuestra intelectualidad localfue escrito por un editor. yopublicación es ese sector productivo el que, más que los demás, está a caballo entre ambos campos, suspendido sobre el alambre de púas de la frontera, y es normal que desde esta incómoda posición se vea con particular claridad el sinsentido de la batalla entre el alma y el cuerpo. . yoeditor habla con intelectuales porque al final son ellos los que escriben los libros, pero luego hace cuentas e intenta hacer económicamente sostenible la producción industrial de esas palabras, también porque estabilidad economica es un requisito previo necesario paraindependencia de pensamientoy esto es exactamente lo que debería ser valor muy apreciado por los autores de los libros.

Giulio Bollati

Pero en Italia las cosas son diferentes y todo corre el riesgo de acabar en… círculo vicioso en el que las palabras escritas por los apologistas del Espíritu son impresas de manera muy prosaica en ruidosas imprentas, reunidas en volúmenes, distribuidas y finalmente vendidas a otros. apologistas del espírituquienes quedan intensamente impactados por esas mismas palabras, sin ser conscientes del proceso material gracias al cual pudieron leerlas. Un proceso que en el fondo desprecian.

Y el contradicción de la sociedad italiana, que nunca ha introyectado plenamente modernidad. Mientras en Gran Bretaña, Francia o Alemania la burguesía manufacturera logró establecer una alianza con entornos culturales en la época de la Ilustraciónque a su vez incorporan el pensamiento científico, tecnológico y económico al proceso de modernización, en nuestro país este enfoque sigue siendo de hecho minoríaconfinado a sectores culturales limitados y, en última instancia, perdedores.

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No es casualidad que estos sean precisamente los entornos que Giulio Bollati, como intelectual, más estudia. Por eso es uno de sus autores preferidos. Carlo Cattaneoel filósofo liberal, federalista, laico e ilustrado que fundó la revista en 1839 El Politécnico (posteriormente reeditado por la editorial Bollati en una valiosa edición), en el que la cultura material técnico-científica tiene un papel central y formativo: “Con Cattaneo, y sólo con él – escribe Bollati – se puede decir que una promesa burguesa cumplidaobediente a los principios de una nueva moral, orientada al éxito como cumplimiento de compromisos tanto científicos como económicos, de interés colectivo”.

Son palabras tomadas de La invención de la Italia moderna.uno colección de estudios de Giulio Bollati recientemente revivido – con motivo de cien años después del nacimiento de su autor – de Bollati Boringhieri, editorial que también lleva su nombre.

EL AUTOR – Michele Luzzatto es el director editorial de Bollati Boringhieri.

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