(quinta parte) – La hermosa historia de un amor. Para libros – ekuonews.it

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TERAMO – «¿Pero realmente quieres saber mi historia? Si me garantizas escucharlo sin juzgarte, te lo cuento.

¿Sabes? Es difícil abrirse y permitir que un extraño entre en los pliegues más privados y a veces no reconocidos de la propia fragilidad humana. Me han pasado muchas cosas en mi vida, ¿sabes, Enzo? Tantos que me cuesta dar la secuencia correcta a los acontecimientos. Quizás hablar contigo me ayude. Después de todo, si te topas con esto ahora significa que este es el momento adecuado.”

Pero tal vez sea mejor que te sientes. La historia puede resultar menos feliz de lo que imagina.

Empecemos con una pesadilla.

Es de noche, las luces de la ciudad están borrosas por el vapor que ha empañado los cristales de mi flamante Golf. Hay una mujer desnuda en mis brazos. Es hermoso, huele bien. De repente me siento mareado, con náuseas. Ella sonríe, pero luego hay sangre por todos lados. Hay sangre en su cara, en su cabello, en sus pechos. Intento limpiarla, calmarla. ¿Pero de dónde viene? En esta oscuridad, la sangre es negra, pegajosa, caliente. Grito, pero ningún sonido sale de mi boca.

Luego su rostro vuelve a estar limpio, pero sus ojos están aterrorizados. Ella no puede hablar, le pregunto qué pasa, pero no responde. Escucho disparos. La gente aparece en la oscuridad. El vaso explota. ¿Quién dispara? Me doy la vuelta y veo mi mano. ¡No se parece a ella! ¡Es enorme! El arma también es extraña, casi no se parece a mi Beretta. Es gigantesco. Me doy vuelta porque ahora mi novia está gritando, mira para otro lado y detrás de la ventana veo la silueta de un hombre. Parece un demonio, tiene ojos desorbitados, luego veo mi arma apuntándole. Disparar. Todo explota, sus ojos se salen de sus órbitas y desaparece en un torbellino de luces estroboscópicas. Valentina grita. Ahora puedo oír su voz perfectamente, pero el arma sigue disparando. Lo miro, no parece que mi mano lo esté sosteniendo. No soy yo. ¿Quién dispara? Porque mi Beretta se está disparando. Otro hombre detrás de mí maldice, su voz es ronca, otros cristales se rompen en mil astillas locas. Valentina se tapa la cara con las manos sin dejar de gritar. Sigo disparando. Sí, ahora soy yo quien dispara. Sigo y sigo. Mi Beretta 92 calibre 9, es una Beretta 92, es semiautomática, pero no tiene todos estos disparos, pero sigo disparando sin cesar.

Estoy empapado de sudor. Tengo trozos de vidrio por todas partes, en el pelo, en las manos, hasta en la boca. Valentina vuelve a estar cubierta de sangre. Disparo otro tiro, apunto, esta vez la bala roza la cabeza del hombre que me miraba desde el tablero y le arranca la oreja.

Lo veo alejarse, casi en cámara lenta. Parece una mariposa volando seguida de un rastro carmesí que brilla casi iluminado por las luces de la ciudad al fondo.

Entonces me despierto. Fue simplemente una mala pesadilla.

Mi corazón está en mi garganta, puedo sentirlo latir tan fuerte que parece hacer un ruido. Estoy respirando con dificultad. Extraño el aire.

La misma pesadilla todas las noches. Todas las mañanas el mismo despertar.

Poco a poco recupero la compostura, respiro lentamente.

Afuera, en el pasillo, se escuchan voces.

Aún no es de día pero ya encendieron las luces de mi celda – Enzo Delle Monache

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