La “tercera vía” de la paz pasará por Lula

La “tercera vía” de la paz pasará por Lula
La “tercera vía” de la paz pasará por Lula

“Gastamos billones en la guerra cuando 900 millones pasan hambre”. La sentencia, pronunciada el 15 de noviembre en el concurrido centro de convenciones de Sharm el-Sheikh, pasó casi desapercibida. Ese día, los ojos del mundo estaban puestos en la receta brasileña para frenar la crisis climática, presentada por Inácio Lula da Silva en la COP27. Lula aún no había asumido el cargo en ese momento, y para que pudiera asistir a la cumbre, Egipto tuvo que invitarlo como invitado. Si la acogida recibida fue la de un jefe de Estado, la ambición del líder, sin embargo, parecía traspasar las fronteras del gigante latinoamericano. Lula quería presentarse como la voz del Sur global y un catalizador de las solicitudes que el Norte del planeta ignora con demasiada frecuencia.

Un catalizador, sin embargo, no hostil a las grandes potencias pero capaz de hacer dialogar a estas últimas con el resto del mundo. Desde este punto de vista, la palabra “guerra”, pronunciada en Sharm el-Sheikh, no tiene un significado genérico. Lula se refería a un expediente específico: el ucraniano. Fuentes bien informadas aseguran que la crisis entre Moscú y Kiev fue el tema central de las reuniones a puerta cerrada mantenidas esos días con los representantes de Washington y Pekín.

Ya en la COP27, un mes y medio antes de mudarse a Planalto, Lula comenzó a tejer la trama de lo que, a partir del 30 de enero, llamó el “club de la paz”: una alianza de países neutrales respecto de los dos bloques en los que el mundo la geopolítica es coagulante y por ello capaz de representar un puente entre ellos. Desde entonces ha iniciado la maratón de cumbres para difundir la iniciativa: desde la llamada telefónica con Emmanuel Macron hasta la reunión en Brasilia con el primer ministro alemán Olaf Scholz, pasando por el recorrido por la Casa Blanca para ver a Joe Biden, hasta los dos día hace videollamada con Volodomyr Zelensky. Este último, entre otras cosas, en el reciente primer aniversario del conflicto, mostró apertura hacia el activismo brasileño. Una muestra de que Kiev ha dejado de lado las tensiones por las críticas vertidas por Lula durante la campaña electoral.

Mientras tanto, el canciller Mauro Vieira aprovechó la Conferencia de Munich y el G20 en Nueva Delhi para un vals de bilaterales que incluyen a Blinken y Lavrov. Los puntos clave en el esfuerzo brasileño para establecerse como un interlocutor creíble e imparcial frente a las dos partes fueron la negativa a suministrar municiones a Ucrania seguida por el sí en la Asamblea General a la condena de la invasión rusa. Como señala uno de los principales expertos en política lulista, Celso Rocha de Barros, es poco probable que Brasilia avance con tal impulso sin algún consentimiento secreto de Washington y Moscú. Para ambos, sumidos en una garra bélica cada vez más opresiva, el compromiso de Lula -en línea, además, con la historia diplomática brasileña de buenas relaciones multilaterales globales- es conveniente.

Además, para Washington representa una alternativa más fiable que Turquía, Irán y China, sesgados a favor de Putin. El ojo benévolo de Biden es la principal diferencia con un intento de mediación similar llevado a cabo por Lula en 2009 entre Teherán y Estados Unidos, torpedeado por el fuego amigo de este último. ¿El resultado, por tanto, será diferente esta vez y el presidente brasileño se convertirá en el líder de un club de mediadores que, como él espera, incluirá también a India, Indonesia y la propia China? Es demasiado pronto para decirlo. Mientras tanto, Brasil trabaja frenéticamente en su implementación, con una perspectiva de largo plazo. Próximas paradas, el viaje de Lula a Beijing a finales de marzo y la posterior llegada de Lavrov a Brasilia.

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