Rusia-Ucrania. La diplomacia nunca se ha detenido, pero el camino es largo y arduo

Rusia-Ucrania. La diplomacia nunca se ha detenido, pero el camino es largo y arduo
Rusia-Ucrania. La diplomacia nunca se ha detenido, pero el camino es largo y arduo

La guerra estalla en un instante, la paz se construye con el tiempo. Han pasado dos años y tres meses desde el inicio de la desafortunada agresión rusa contra Ucrania y, después de inmensas pérdidas y destrucción, las posibilidades de una solución negociada al conflicto siguen siendo demasiado reducidas. La solidaridad sigue siendo necesaria hacia Ucrania, víctima de una violencia sin sentido resultante de las divagaciones neoimperiales de Vladimir Putin. Los objetivos de la intervención militar rusa no cambian, repite el Kremlin en esta fase de la intensificación de la ofensiva desde el noreste contra Járkov, la segunda ciudad de Ucrania. El objetivo sigue siendo la “desnazificación” del país y la eliminación física de los líderes, empezando por el presidente Volodymyr Zelensky.

Si la presión militar rusa aumenta y el tono propagandístico del Kremlin se endurece con amenazas irresponsables de recurrir a las armas nucleares, la resistencia ucraniana se encuentra en problemas por la falta de hombres, armas y municiones. En Kiev esperamos ansiosamente el suministro urgente de nueva ayuda militar occidental para contener el avance ruso. Para Ucrania es un momento difícil, muy diferente de cuando el año pasado confiaba en el resultado victorioso de la contraofensiva largamente prevista de Kiev para la liberación de las zonas ocupadas por los rusos. Hoy no se hacen ilusiones sobre las intenciones de Moscú y se reconocen los problemas críticos debidos a la disparidad de fuerzas. Si a esto le sumamos la ansiedad por el posible bloqueo de la ayuda estadounidense si Donald Trump regresa a la Casa Blanca, el panorama se vuelve aún más oscuro.

Agotados pero no desmotivados, los ucranianos sienten que defender su país del invasor es una opción obligatoria para ellos. Esta es también la razón por la que los análisis de la guerra por poderes, ordenados por los pérfidos belicistas occidentales, a quienes se presenta como los verdaderos perpetradores de la tragedia en curso, son infundados. La guerra continúa, el primer imperativo es evitar el avance de las fuerzas rusas, más aún teniendo en cuenta el agotamiento de los voluntarios ucranianos. Sin embargo, la agenda no se limita al nivel militar: también hay todo margen para favorecer un resultado negociado del conflicto, a pesar de muchas rigideces. Para mediados de junio está prevista una conferencia de paz en Suiza. Rusia ha hecho saber que no participará, países importantes como China y Brasil ya se han retirado, probablemente Sudáfrica hará lo mismo. Pero el plazo aún podría estimular una actualización de la atención sobre los intereses en juego, si el trabajo bajo el radar de los diplomáticos lograse desbloquear al menos algunos puntos cruciales iniciales. ¿Donde empezar?

Las cuestiones prejudiciales están muy alejadas unas de otras. Por un lado, la negación de la identidad nacional ucraniana y, por otro, la defensa del territorio y la libertad. Los objetivos incompatibles, si partimos de ahí, son obstáculos en el camino de la negociación; sería bueno reconocerlo y sacar las consecuencias. Otro escenario podría abrirse, en teoría, si en la construcción de un proceso de paz empezáramos a trabajar desde la base y no desde el techo, si dejáramos de lado los temas finales (soberanía, garantías, responsabilidades, etc.) y para empezar Nos concentramos en los capítulos colaterales de la guerra. Rusos y ucranianos rechazan una mesa de debate total, pero podrían verse inducidos a buscar algunos primeros puntos de contacto sobre aspectos como el intercambio de prisioneros, el regreso de los niños deportados a Rusia, la seguridad de la central nuclear de Zaporizhzhia, suministra alimentos. Incluso un progreso gradual en esas cuestiones -parte del plan de paz de diez puntos de Zelensky- podría desencadenar una nueva dinámica, dar a los ucranianos un respiro y acercar a los países del “Sur Global” a los intentos de reducir la tensión.

El problema es que cuando se intenta pasar de la teoría a la práctica diplomática los obstáculos siguen siendo enormes. Está en marcha una ofensiva rusa de tamaño y profundidad inciertos, incluso si los ucranianos confían en que podrán resistir la peor parte de Kharkiv, lo que no facilita el diálogo. La agenda estará entonces dictada por los plazos de entrega a Ucrania de nuevos suministros de defensa, necesarios para reequilibrar la situación, y por la evolución sobre el terreno. Sobre todo, una desconfianza profundamente arraigada pesa sobre cualquier enfoque de negociación. Después de todo, Ucrania puso sobre la mesa un plan de paz, Rusia no.

Finalmente, pesa mucho la conversión de la economía rusa en una economía de guerra, que entre muchas distorsiones asegura la producción, de armas y otras cosas, y los salarios de la población. Hasta el punto de que para Putin la mejor opción sería clara: ciertamente no una retirada que equivaldría a una derrota; ni una “victoria” que supondría una carga muy pesada de reconstrucción y control de Ucrania. Para el Kremlin, una larga continuación de la guerra, que impulse la economía interna y evite el amargo momento del presupuesto general, podría ser más conveniente que su conclusión. Por lo tanto, el camino de quienes esperan la diplomacia es evidentemente accidentado, incierto y difícil pero, más allá de la Conferencia de junio, debe continuarse con compromiso, en todos los ámbitos y por todas partes.

NEXT Rusia, el fuego destruye la dacha de Putin: en 2015 recibió a Berlusconi en una “visita privada”