Sesenta y siete es el número de institutos entre escuelas, hospitales y orfanatos que logró construir en todo el mundo, tres son las órdenes religiosas que la rechazaron por “constitución débil”, siete son las jóvenes con las que fundó el Instituto de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús en 1880 y veintiocho veces cruzó el océano entre Europa y América. Ella es Francesca Cabrinidesde 1950 Patrona de todos los emigrantes, pero sobre todo la primera mujer en fundar una orden religiosa y la primera en encabezar una misión en ultramar con la autorización del Papa León XIII.
Su deseo de libertad y la terquedad que le habría permitido crear una “El imperio de la esperanza vale más que el de Rockefeller”abriéndose camino en un mundo dominado por un sistema de normas patriarcales, son hoy el corazón de una película biográfica,Francesca Cabrinide Alejandro Monteverde, quien lo escribió junto con Rod Barr. La película, que ya ha recaudado 20 millones de dólares en Estados Unidos, llega a las salas italianas con un estreno especial los días 13, 14 y 15 de octubre.
Cabrini, un cuento épico
Francesca Cabrini recorre las etapas fundamentales de viaje épico que traería de los barrios bajos de Nueva York Francesca Cabrini (Cristiana Dell’Anna), armada únicamente con su voluntad de hierro y un grupo de hermanas igualmente valientes, para cumplir el sueño que acaricia desde niña: convertirse en misionera, salvar vidas, construir una red de orfanatos y escuelas alrededor el mundo, dando educación a aquellos que no podían permitírselo.
Santa Francisco Cabrini quería llegar a Asia y lo habría conseguido, pero antes habría tenido que buscar en otra parte: “No al Este, Cabrini, sino al Oeste”fue la condición que puso el Papa León XIII antes de autorizar su misión enviándola a Nueva York en lugar de Asia. Aquí, en los magullados suburbios de Five Points, habría tenido que cuidar de los miles de italianos que habían encontrado su tierra prometida en Nueva York, de aquí había llegado la carta (“Salimos a América creyendo que las calles estaban pavimentadas de oro y en cambio descubrimos que están cubiertas de niños”) escrita por una inmigrante italiana, que había convencido al pontífice para que le diera autorización para una misión en el extranjero y de aquí a finales del siglo XIX comienza la historia que cuenta la película biográfica del director mexicano.
Debilitado por una tuberculosis que había comprometido su organismo desde niño, Cabrini partió hacia América y desde ese momento no permitió que nadie interfiriera en sus proyectos apostólicos y educativos, ni Arcivescovo Corrigan (David Morse), ne al alcalde de nueva york (John Lithgow), quienes serán sus dos principales adversarios en tierra extranjera. Una figura revolucionaria, cuyo significado se resume bien en un épico intercambio de palabras: “Es una pena que sea monja, habría sido un gran hombre”le dice el alcalde. “No – ella responde – un hombre no podría hacer lo que hacemos nosotros”.
Historia de una mujer en un mundo de hombres.
Consciente de que “El mundo es demasiado pequeño para lo que pretendo hacer”Cabrini no se doblega ante nada, ni siquiera ante el Pontífice (Giancarlo Giannini). En la interpretación que Monteverde hace de ella, lo que tiene prioridad sobre la inspiración caritativa y el espíritu religioso que subyacen en las acciones de la joven monja es su carácter y determinación; ante una hermana animada por la compasión humana la protagonista de esta historia es una donna en un mundo de hombres, uno feminista antes de la carta que no teme involucrarse, desafiar a prelados y alcaldes y hacer exigencias que no eran ni remotamente imaginables para una mujer en ese momento.
La película celebra la epopeya a través de una estructura bastante clásica y realza la acción con todas las herramientas disponibles: las palabras solemnes, el rigor de la puesta en escena y la reconstrucción de la época y una banda sonora imponente, aunque con rasgos engorrosos (Andrea Bocelli y su hija Virginia canta el tema de la película, Atrévete a ser). Una obra en cierto modo monumental, acompañada de las interpretaciones mesuradas y nunca exageradas (a diferencia de algunas escenas) de Cristiana Dell’Anna, que le da a Cabrini humanidad, compostura y credibilidad, y de Romana Maggiora Vergano; Extraordinariamente sincera y genuina en el papel de una ex prostituta, Vittoria, la actriz revelación de Todavía hay un mañana, sigue siendo una confirmación de habilidad y talento. Si desde el punto de vista de la estructura visual la película es impecable, no se puede decir lo mismo en términos de elecciones dramatúrgicas: sin un toque autoral que la libere de la zona de confort de una narrativa convencional, el resultado es el de una colosal equilibrio entre el retrato histórico, la historia del compromiso civil y un poco demasiado didactismo.
Conclusiones
Fe, justicia social, inclusión y feminismo: sólo una película como Francesca Cabrini podría lograr reunir tantos temas, todos catalizados por la figura de la Madre Cabrini, la patrona de los emigrantes que a finales del siglo XIX se convirtió en la primera mujer. encabezar una misión en el extranjero con la autorización del Papa XIII. Un gran fresco femenino, una superproducción histórico-religiosa que, sin embargo, paga el precio de permanecer anclado a una estructura clásica con demasiado didactismo. Al contrario, destaca en cuanto a impacto visual y reconstrucción de la época. Encontrará su audiencia en las escuelas.
porque nos gusta
- La interpretación de Cristiana Dell’Anna, capaz de dar credibilidad y fragilidad humana a su Cabrini.
- El retrato de Madre Cabrini, de su obstinación y terquedad que le permitieron desafiar las normas de un sistema del tamaño de los hombres, se convierte en una oportunidad para abordar cuestiones de gran actualidad: de la emigración a la acogida, de la cuestión de las mujeres a la “inclusión”.
Qué ocurre
- Una película que tiene todas las características de una superproducción, pero que sigue carente de impulso autoral.