Angelo Longoni: “Les hablaré de Milva y de mi compañero Sergio Ramelli…”

Angelo Longoni es un director brillante, un fino observador de la sociedad y de sus personajes, protagonistas a menudo parcialmente olvidados que implícitamente siguen influyendo en nuestro país. Debió gustarle, porque tras dirigir la serie de televisión dedicada a Caravaggio está en Tiberio Mitri y un espectáculo teatral inspirado en la vida de Modigliani, entre sus innumerables direcciones que rindieron homenaje a la Rossa de la música italiana.

arriba esta noche Raitre (por lo tanto recuperable en Raiplay) se transmite Milva, diva por siempre, el documental que cuenta la historia de la famosa artista de Goro fallecida hace tres años, con todo su amor por el escenario y sus fragilidades. Uno de esos retratos con los que el cine y la televisión consiguen preservar la memoria de los protagonistas de nuestra historia cultural. En este caso más que nunca. Porque Milva no era sólo la cantante de canciones ligeras como la hilandería o Mi señor: su carrera está repleta de actuaciones en los teatros más prestigiosos del mundo, con colaboraciones incluso con Brecht o Strehler. Suyo es el récord que aún se conserva de álbumes realizados por una artista italiana: 173.

Longoni ha creado un documental imperdible, con su intuición capaz, como siempre, de dar una mirada serena y vivaz incluso a los momentos más dramáticos.

Angelo, ¿podemos esperar que este documental sea útil incluso para los jóvenes que nunca han conocido a Milva?

Ciertamente, mi esperanza es que los jóvenes que no han podido conocerlo, por motivos de edad, se animen a investigar aún más. Desde entonces nunca hemos tenido una mujer como Milva: cantante de canciones y también de música popular e incluso de ópera, actriz de comedias, teatro comprometido. Milva cantó en diez idiomas diferentes, ganando numerosos discos de oro y platino trabajando con maestros absolutos como Strehler, Vangelis, que acababa de ganar el Oscar por Carros de fuego. Contarlo completamente se vuelve incluso imposible.

Se convirtió en intérprete de la cultura italiana (y no sólo) en sus niveles más altos, generando incluso cierta antipatía. ¿Crees que realmente desdeñó sus interpretaciones más pop?

Yo diría que no. Al final de su carrera volvió a cantar sus canciones escritas por Battiato y Jannacci, demostrando que nunca había negado nada. Durante un tiempo fue considerada una artista snob porque frecuentaba el Piccolo, pero poco después lo compensó con un álbum muy popular y divertido como La Rossa y posteriormente con Alexanderplatz, lo que también atestigua su interés social.

Entre las muchas entrevistas con personas que la conocieron y que habéis recuperado en este documental, ¿quién la describe de forma más icónica?

Sin duda la hija, Martina Corgnani, la estructura de soporte del documental. Habla de su madre con mil facetas diferentes, dando una imagen muy emotiva de ella y recordando también los errores que la propia Milva lamentó, como dejar a su marido. Me gustaba dar una imagen emotiva de él y creo que eso se nota, también en la parte en la que interpreta los poemas de Alda Merini.

¿Por qué Milva era apasionada a diestro y siniestro sin importar que ella fuera la Pelirroja y no solo por su cabello?

Se declaró de izquierdas pero no fue sólo eso: nació como una mujer de fe y el encuentro al final de su carrera con Merini, que siempre ha mantenido cerca de su corazón su relación con Dios, tal vez testimonia una vez más esa humanidad cristiana de Milva de la que muchas veces nos olvidamos.

Milva fue un símbolo del orgullo feminista en años muy particulares para la sociedad. En esos años también fue asesinado a golpes Sergio Ramelli, a quien usted conocía bien por haber sido su compañero de colegio. ¿Cree que esas atmósferas dramáticas de los Años de Plomo corren el riesgo de regresar?

Me da vergüenza revivir algunos lemas y dimensiones emocionales de aquellos años, que ya no deberían existir. Sergio y yo también íbamos juntos al oratorio: era un niño vivaz, incontenible en sus ganas de vivir, como todos a esa edad. Estaba en un viaje escolar cuando llegó la noticia de su muerte después de 40 días en el hospital: fue un shock. Su muerte fue injustificable: todavía teníamos que graduarnos, ¿cómo se puede definir como fascista o comunista a un chico que, a esa edad, no sabe nada de la vida y aún no puede estructurarse? Golpear a un chico por nada, con la excusa de la política, es algo inaudito. Bastaba frecuentar un lugar o llevar abrigo para ser etiquetado de forma política. Bueno, pensar en revivir esa dimensión conflictiva es un error, también porque no veo a todos estos comunistas o fascistas por ahí: no tiene sentido explotar más a Ramelli en la derecha y en la izquierda.

¿Se podría hacer una película o una obra de teatro sobre Sergio Ramelli o sería complicado contarlo?

Se podría llegar a un acuerdo: que se celebre a las víctimas no porque deban convertirse en símbolos de la derecha o de la izquierda, sino para subrayar que esos períodos nunca deben volver a repetirse. No hay muertes de un bando ni de otro: hay que dejar de celebrarlas diciendo “Son nuestros muertos”. Son víctimas de errores de ambas partes. A veces olvidamos que muchos policías también murieron por nada en aquellos años: el odio de esa época era inútil, por lo que no tiene sentido replicarlo hoy. Es una lección para nosotros entender esto de una vez por todas.

Ahora estás en el teatro con Francesco Pannofino en quien soy yo, una comedia muy divertida y también reflexiva, protagonizada por un psicoanalista invitado a un programa de televisión de mala calidad. ¿Qué impulsa a nuestra psique a dedicarse a la mera apariencia incluso cuando la cultura la salvaría?

Porque lamentablemente nunca aprendemos lo suficiente. Es un espectáculo con el que nos preguntamos: ¿por qué no aprendemos de los errores? Hay que empezar a revisar el aspecto psíquico de lo que nos sucede, abandonando el aspecto político. A estas alturas hemos pasado por momentos terribles de crisis moral, económica, pandémica, bélica y ecológica: los desastres deben enseñarnos algo y en cambio… Deberíamos cambiar nuestra actitud, de lo contrario seguiremos cometiendo errores.

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