Gran concierto al final de la carrera entre insultos y vulgaridades

Gran concierto al final de la carrera entre insultos y vulgaridades
Gran concierto al final de la carrera entre insultos y vulgaridades

Mucho ruido y pocas nueces (en todos los sentidos). Año tras año el Concierto del Primero de Mayo ha perdido definitivamente su valor político, que ya era apenas ideológico y mucho más ideológico, pero que ahora está completamente alejado de los partidos políticos. Para aclarar, hace más de treinta años en la Concertone, Elio e le Storie Tese o, aún más frontalmente, Litfiba atacaron al gobierno o a la mayoría política, provocando escándalos y bloqueando la retransmisión en directo por Raiuno. Fueron gritos, gritos, protestas fuertes y transversales, quizás no agradables pero políticamente muy claras. Ahora estamos en Rutti, como dice el título de la canción presentada la otra tarde por Morgan en el Circus Maximus. Una canción con un objetivo muy específico y noble (una especie de invectiva contra el dominio del mercado en las opciones discográficas) pero que sin embargo tiene un valor cultural muy específico y no descaradamente político en el sentido más común. Al fin y al cabo, desde hace algunos años el pop va perdiendo lo poco que quedaba de su color político-ideológico para tomar el de las reivindicaciones de género, la libertad de orientación sexual o la migración. Signo de los tiempos. Y que el debilitamiento de este impulso es evidente lo demuestran también los fallos de estilo y el empobrecimiento del contenido de otros “Concertini” del Primero de Mayo en Italia. La más simbólica fue la salida de un tal Gennarone, un rapero incluido en el cartel del concierto de Foggia que confirmó que Italia “está experimentando la sombra del fascismo gracias a esa portavoz Giorgia Meloni”. El análisis, como se puede entender sin demasiadas explicaciones, es descorazonadoramente pobre, el material de Bar Sport en el décimo aplauso. Pero es aún peor que, más allá de la denuncia inmediata a Daria Cascarano (FdI), ninguno de los de la especial indignación que suele estallar por mucho menos haya pronunciado una palabra.

Otra confirmación de que la corrección política no sólo ha arrasado con las ideologías, sino también con la idea misma de sentido común.

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