En su semana de diosa en Parma, en la que devolvió a Italia un título femenino en el Campeonato de Europa sub-16 que le faltaba desde hacía exactamente treinta años, hay un par de momentos que hablan bien del potencial, personalidad y forma de entender el tenis de Carla Giambelli. El primero, en la final de dobles ganada con Fabiola Marino, fue el ace servido en el 8-9 en el tie-break largo decisivo, para anular el punto de partido de sus rivales y llevarse la victoria.
La segunda, sin embargo, es la forma en que reaccionó a las dificultades en la final de individuales contra la eslovaca Sona Depesova, cuando esta última acababa de anular cuatro puntos consecutivos del campeonato al pasar de 2-6 a 6-6 en la eliminatoria. descanso del segundo set. Estaban todas las condiciones para hacer la tortilla, más aún con 16 años, pero Carla ni pestañeó. En el momento más delicado de la semana mostró sus garras al disparar un derechazo con el brazo completo sobre la línease arriesgó de nuevo y 30 segundos después tenía lágrimas en los ojos.
Porque la nueva estrella de la raqueta tricolor es así, con un tenis alimentado por personalidad y valentía. No sabe medias tintas: o todo o nada, ya sea dentro o fuera, o blanco y negro, sin ese gris que puede ser muy, muy importante en el tenis. Sin embargo, Tendrá tiempo para trabajar en un plan B que no puede ser una versión extrema del plan A.así como en una actitud sobre el terreno de juego que no siempre es impecable.
Mamá a los 16 ciertos pecados son concedidos y ocupan el segundo lugar delante de la materia primasobre todo si -como el suyo- es uno que no deja indiferente a nadie, partiendo de un físico que ya le permite marcar la diferencia, centrándose mucho en el saque y empujando fuerte con la derecha. Un fundamental, este último, que determina su rendimiento.. O casi, dado que en Emilia funcionó de forma intermitente y, sin embargo, el joven de 16 años de Concorezzo (Monza y Brianza) se llevó el título europeo sin ceder un solo set. Testimonio del margen frente a todos los oponentes que, es bueno recordarlo, eran todos (o casi todos) los más fuertes de Europa.