Roland Ratzenberger, ese sueño llamado Fórmula 1

Roland Ratzenberger, ese sueño llamado Fórmula 1
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“No me preguntes nada. no me preguntes nada”. Son palabras pronunciadas con voz temblorosa, las de Giuseppe Piana, el médico del circuito de Imola. Acaba de presenciar un accidente que, esta vez, no augura nada bueno. Es interceptado por Ezio Zermiani, el corresponsal de boxes comprometido a recopilar la mayor cantidad de información posible para compartirla con la cabina de comentaristas en la que Mario Poltronieri, Gianfranco Palazzoli y Cesare Fiorio intentan narrar un día oscuro.

Sin embargo, en Imola, el 30 de abril de 1994, hacía sol. Un sol potente, cegador, de esos que te hacen pensar que sí, que realmente es un día hermoso, pero sólo en apariencia. Lo que hace tan trémula la voz del doctor Piana son las condiciones de un chico de 33 años, en su primer año en la Fórmula 1, que acaba de ser trasladado en helicóptero al Hospital Maggiore de Bolonia.

Su nombre, Roland Ratzenberger. Y la Fórmula 1, ese enorme y fascinante circo lleno de campeones de carreras, lo había perseguido toda su vida. Así como el amor por las carreras, que lo acompañó toda su vida. Roland es de Salzburgo, nació en 1960, y desde pequeño quería ser piloto, al igual que Niki Lauda, ​​su ídolo.

En la Fórmula 3 inglesa, a pesar de haber demostrado su talento, no logró impresionar a los cazatalentos que podrían haberlo acompañado hasta las puertas de la máxima categoría. Y luego decide dejar Europa para incorporarse a la Fórmula Nippon, donde consigue hacerse notar gracias a sus resultados. Quien piense, o haya pensado, que Ratzenberger no tenía experiencia en el deporte del motor, se equivoca. En su trayectoria anterior a 1994, destaca también una victoria en las 24 Horas de Le Mans en la categoría C2, obtenida junto a Mauro Martini y Naoki Nagasaka en el 93.

Roland Ratzenberger, Simtek S941, GP de San Marino 1994

Pero durante todo ese tiempo, largo y corto si pensamos en las perspectivas y ambiciones de un joven de treinta años, en sus pensamientos siempre estuvo la Fórmula 1. Un sueño que finalmente se había hecho realidad con el Gran Premio Simtek. equipo fundado por Max Mosley y el diseñador Nick Wirth en el que también participó Jack Brabham, el piloto tres veces campeón del mundo. La entrada del equipo en el Circo estaba prevista para 1994: tras obtener el patrocinio de la cadena de televisión MTV, Wirth se puso manos a la obra iniciando el diseño del Simtek S941. Un coche diseñado para el uso de suspensiones activas, solución prohibida poco después por la FIA. Y así, el ingeniero británico se vio obligado a rediseñar apresuradamente un monoplaza convencional, poniéndolo a disposición de David Brabham, hijo de “Black Jack” y del debutante Roland.

Roland está en su tercer Gran Premio en Imola. En Aida, única etapa en la que logró clasificarse, obtuvo un undécimo puesto final que le llenó de esperanza. Y con esa misma ilusión llega a San Marino, en un fin de semana en el que aficionados y profesionales ya han probado el aperitivo del auténtico miedo, con la fuga de Rubens Barrichello ocurrida durante los entrenamientos libres del viernes. Con Ayrton Senna, abanderado de una Fórmula 1 más segura, preocupado por informarse inmediatamente sobre las condiciones de su compatriota.

Pero el miedo, el fin de semana del Gran Premio de San Marino del 94, está dispuesto a cumplir el primer curso. Lo hará el sábado 30 de abril. Suena como una bofetada, mientras Zermiani y Barrichello cuentan los acontecimientos del día anterior, mientras Damon Hill se ocupa de pasar un buen rato. Desde Hill, las imágenes pasan a un Simtek destruido que acaba de estrellarse violentamente contra las barreras. El propio Roland está en la cabina, un pasajero indefenso en un coche ingobernable.

Es el trágico epílogo de una grieta que se había formado en el perfil delantero del coche tras un paso agresivo por un bordillo que el joven había decidido no revisar, no detenerse para comprobar que todo estaba en orden. Luego, en la vuelta rápida, el alerón delantero se suelta y se desliza debajo del Simtek, lo que Roland ya no puede manejar. Hasta el impacto fatal. La oscuridad de la muerte había vuelto a caer sobre la Fórmula 1. La última vez ocurrió en Canadá, en el 82, y la víctima fue un jovencísimo Riccardo Paletti. Y el doctor Piana ya no estaba acostumbrado a ese escenario. Inmediatamente comprende que algo anda mal y que el austriaco no habría sobrevivido. Roland falleció apenas siete minutos después de llegar a urgencias del Ospedale Maggiore debido a las consecuencias de una fractura de base de cráneo. Una tragedia.

El mundo de la Fórmula 1 está conmocionado. Ayrton Senna está conmocionado. Y se prometió ganar el Gran Premio, dejar a un lado la bandera de su querido Brasil para ondear la de Austria, en honor a Roland, su colega de la misma edad. Como bien sabemos, Ayrton no izará ninguna bandera el domingo 1 de mayo. Roland y Ayrton. Dos tipos tan diferentes, con famas tan diferentes pero tan profundamente unidos por un destino común y el sueño de ser el más grande entre los grandes. También por esta razón Roland no merece ser olvidado nunca.

Un homenaje a Roland Ratzenberger en la valla

Foto de: Mark Sutton / Imágenes de deportes de motor

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